Exploradores urbanos: los guardianes del olvido

Husmean fábricas o casas que hace tiempo fueron olvidadas. Fotografían restos de un pasado que fue mejor

V.P., Barcelona. Son entusiastas de lo olvidado, de los fósiles de los recuerdos. Juegan a veces a viajar en el tiempo. Son los exploradores urbanos, grupos de personas que tienen una afición común que pasa por husmear casas abandonadas, fábricas que ya nunca más se pondrán en marcha y lugares que parecen salidos de una película post-apocalíptica, en la que no queda nada después de una misteriosa plaga o una catástrofe radioactiva.

Dani Gil, explorador de Viladecans (Barcelona), es el creador del blog ‘Última visita’ y explica a 360gradospress qué hay detrás de estas expediciones. Según señala, “nace de un movimiento estadounidense cuyo objetivo era visitar y catalogar edificios abandonados con historia. Realizaban una serie de reportajes fotográficos para documentar su historia, el antes y el después del edificio”. En su sitio web “Última visita. Lugares abandonados y decadencia industrial”, este explorador muestra varios reportajes fotográficos de edificios de diversa índole como fábricas, casas y viviendas (hasta una mansión), colegios, complejos deportivos, centros médicos o cementerios de vehículos, uno de locomotoras y otro de autobuses.

Junto a las imágenes, muchas de ellas inquietantes, Dani realiza una crónica de la visita por estancias, haciéndonos partícipes de la exploración e incluso dando información histórica de lo que fue aquel lugar. En algunos casos, los vándalos han pasado por el edificio, o han dejado de recuerdo grafitis en las paredes y cristales destrozados. Pero otras veces, el lugar está increíblemente conservado, como algunas fábricas en las que los productos químicos descansan intactos en armarios o estanterías.

Dani explica que él conoció esta afición a través de unos amigos en Zaragoza, cuando estaba pasando el fin de semana y le llevaron a ver una fábrica abandonada “como curiosidad, para pasar la tarde”. “Me gustó la experiencia y cuando volví a Barcelona empecé por mi cuenta a buscar lugares y visitarlos. Luego conocí a gente que se dedicaba a lo mismo, hicimos un grupito con el que poco a poco fuimos visitando Barcelona, Gerona, Lleida, Tarragona y más tarde casi toda España”.

En su caso, lo que le ha llevado a ser explorador desde hace tres años es “la sensación de soledad, el silencio, la tranquilidad que te aporta un lugar abandonado. La sensación de misterio de no saber qué te vas a encontrar cuando giras un pasillo, abres una puerta o el cajón de una oficina abandonada además de mi afición por la fotografía. El ambiente y atmósfera de un lugar abandonado es idóneo para disparar”.

Sobre las sensaciones que se viven en las exploraciones, Dani comenta que “yo soy una persona que trabaja en la calle, con el ruido y el ir y venir de la gente, por lo que en mi caso estar en un lugar grande abandonado y en silencio me relaja. El silencio u olor de un lugar abandonado es como de otro mundo, te evades del día a día”.

Normas a la hora de adentrarse en un lugar
La exploración urbana contempla una serie de reglas que hay que tener en mente antes de entrar al lugar así como durante la estancia. Así, no se debe romper nada para entrar, sino que hay que aprovechar las entradas naturales. Además, no se pueden realizar actos vandálicos, como pintar las paredes o romper objetos, ni robar. Como dice Dani Gil “si nos gusta algún objeto lo fotografiamos y los dejamos para otro explorador que venga después de nosotros”. Tampoco se puede hacer ruido y hay que evitar ser vistos durante la estancia, entrada o salida. Los exploradores tampoco pueden distribuir información sobre las ubicaciones de los lugares para presérvalos de vándalos o de “okupas”.

Respecto a este último punto, los exploradores intercambian entre sí información de las localizaciones. “Acabas conociendo gente con la misma afición y eso te asegura que cumplen las mismas reglas que tú, con lo cual el boca a boca funciona entre la gente de confianza. Muchas personas se quejan de que cuando quieren empezar en esto se encuentran con que es todo un poco sectario, porque nadie revela nada. Es cuestión de coger confianza y demostrar las intenciones de cada uno”.

Perdido a oscuras en un laberinto de pasillos
Para Dani, su sitio preferido sigue siendo la primera fábrica en buen estado que encontró porque resalta que “cuando empiezas en esto te encuentras mucha ruina”. “Recuerdo una fábrica de harina de productos de bollería que entramos y estaba todo en perfecto estado, con los ordenadores y con harina todavía en los tanques”.

Asimismo, las infiltraciones en lugares abandonados pueden deparar sorpresas o momentos inesperados. Este explorador catalán nos confiesa que guarda en la memoria una anécdota que le ocurrió en un sanatorio abandonado en Alemania: “Buscando una entrada, la única ventana abierta del edificio daba a un sótano. Con la emoción de hallar un acceso me metí tanto en el sótano que me acabé perdiendo allí abajo. Me encontré de repente en un laberinto de pasillos a oscuras con una linterna. Llegué a pasar cinco segundos de pánico, en los que no sabía por donde había venido, no sabía volver. Al final seguí el instinto y vi a lo lejos la ventana abierta por la que entraba luz y pude salir. Fue una experiencia impactante”.

Cómo empezar
El primer paso para empezar en la exploración urbana es conocer el Club Cela, punto de encuentro con cuatro años de vida de los aficionados españoles, donde, como explica Dani, hay que presentarse y luego “estar atento de las posibles quedadas que se puedan hacer por la zona. Incluso organizan salidas para gente nueva para visitar sitios”. En esta web podemos encontrar reportajes, foros donde contactar con los usuarios e incluso una televisión por Internet en la que los exploradores ofrecen reportajes “in situ” de las visitas.

Para muchos es una pasión que vuelcan en la red. “Linkeando” en los blogs de cada miembro podemos encontrar todo un abanico de internautas muy activos que nos muestran sus atípicas escapadas. Los exploradores nos enseñan que esa fábrica antigua o esa casa abandona que muchas veces hemos visto a lo lejos cuando conducimos el coche por una carretera solitaria pueden guardar muchos secretos. Porque en esta sociedad de lo nuevo, lo aséptico y el ruido, todavía quedan lugares dejados a su suerte con una historia que contar. Sonidos, aromas y sensaciones que ya tuvieron sus días mejores.

Marga Ferrer

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