¿Quieres vivir con tus amigos o familiares en un entorno que hayáis elegido exclusivamente o tener otras opciones que no sean acabar en una residencia cuando seas viejo? Si este es el modelo de convivencia soñado, el cohousing o covivencia lo hace posible. Se trata de una forma de vida en la que un grupo de personas elige cómo, dónde y con quién vivir y sin intermediarios. Desde 360 Grados Press hemos querido conocer mejor estos proyectos que, paulatinamente, se están introduciendo en España.
Manzanita Village es una comunidad de cohousing ubicada en Prescott, Arizona, en Estados Unidos. Se trata de una modalidad intergeneracional en la que conviven familias enteras que colaboran y consensuan aspectos de la gestión del día a día en un lugar que han elegido para vivir. En EE.UU. esta opción, que nació en Dinamarca en los años 60 del siglo pasado, está ya arraigada, pero desde hace unos años ha empezado a ver sus frutos en España.
“El interés por este modelo es creciente”, comenta Ana Fernandez, de Cohousinglab, que lleva trabajando en estos proyectos desde 1992 en Holanda y, desde hace uno, en Barcelona. De hecho, en el mapa virtual que confeccionaron desde Ecohousing Equipo Bloque Arquitectos, hay en torno a una docena de estas comunidades repartidas por toda la Península.
Una de las más grandes es la comunidad de Trabensol (Madrid), creada por Ecohousing Equipo Bloque Arquitectos. Según explica Rogelio Ruiz, “comenzamos a construirla en 2007, pero no sabíamos de la existencia de este modelo. Cuando acabamos en 2012 vimos que se trataba de una gran iniciativa y, actualmente, nos estamos dedicando a esto”. Aunque no ha despegado en España, el interés es cada vez mayor.
¿Cómo surge este tipo de proyectos? Pongamos el caso de un grupo de amigos que ya tienen cierta edad, pero no quieren ni ser una carga para sus familiares ni ir a una residencia. Estas personas, a su vez, quieren buscar a más gente interesada que quiera unirse a estas viviendas colaborativas. “Normalmente se acaban conformando en cooperativas. señala Rogelio Ruiz- Cuentan con su consejo rector y hacen equipos de trabajo sobre lo que hay encima de la mesa para abordar todos los aspectos; y a empezar el proyecto”. Para ello eligen cómo, dónde y con quién vivir. Es un acto voluntario que implica que la gente se implique en la iniciativa, ya que el beneficio final es hacer esa vida en comunidad.
¿Y cómo es esa convivencia? En el caso de Trabensol, por ejemplo, la gente hace una comida al día juntos. Tienen la ayuda de un cocinero, pero la mesa la ponen y la quitan ellos con turnos o siendo voluntarios. O cuentan con una persona en el control de acceso por las mañanas y el resto de la tarde se encargan los cooperativistas. O se unen según las habilidades y aficiones de cada uno para realizar actividades. “Aquí la gente siempre tiene algo que hacer. Y si hay algún caso de dependencia se optan por las mejores soluciones para ello y según las experiencias de otros cohousing”, apunta Ruiz.
Para Ana Fernández, las ventajas “son muchas”, ya que se trata “de una solución adaptada a las nuevas necesidades de la era colaborativa“, y añade: “Vivir en un cohousing es pura vitamina. Estás rodeado de “vecinos” elegidos por ti, digamos que vives entre amigos. Es una comunidad abierta para ti las 24 horas, en las buenas y en las malas. El apoyo emocional y la vitalidad son impagables, a parte de que es un gran ahorro y no hay especulación inmobiliaria con la fórmula de cesión de uso”.
De hecho, estas comunidades incluyen necesidades, espacios y usos comunes, como la lavandería (aunque también está la opción de lavadoras que se pueden emplear de forma privada si hay prendas delicadas) o la energía. En este sentido, Rogelio Ruiz indica que las personas que eligen estos proyectos “no van a ciegas. Con ellos tratamos hasta los aspectos más técnicos para que todo se sepa. Pueden decidir si dedican el dinero a una instalación energética eficiente, para lo cual se hace un estudio. Se explica, por ejemplo el gasto del momento y cuándo se va a amortizar, y la cooperativa toma la decisión final de forma consciente”.
Respecto a la privacidad, desde Cohousinglab aseguran que cada persona o grupo familiar cuenta con su vivienda 100% autónoma y, luego, pueden disfrutar de los espacios y servicios comunes. “A veces puedes preferir estar tranquilo en casa, de lo contrario, siempre tendrás amigos cerca”.
En ocasiones se piensa que estas comunidades se asemejan a los pueblos, aunque muchas puedan encontrarse dentro de las ciudades. Pueden tener su lado más romántico respecto a la idea del uso compartido de algunos servicios, como el lavadero, el horno o el frontón. Pero en un cohousing la gente elige con quién quiere convivir, y en un pueblo no: “Estos proyectos dependen de su buena marcha, de que haya armonía, ya que se cuentan con los mismos valores, objetivos e ideas de grupo”, sentencia Rogelio Ruiz.
Patricia Moratalla