Arte que cobra vida

Artistas y arquitectos como Theo Jansen, Daniel Rozin y Asif Khan han convertido a las personas en protagonistas absolutas de sus obras, que interactúan con sus movimientos o que se basan en ellos para conseguir unos resultados de lo más curiosos.

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Hace años un “inventor loco”, como le han denominado en algunas ocasiones tanto los apasionados como los reticentes a sus teorías, comenzó a lanzar a caminar por las playas de los Países Bajos unas intrigantes y curiosas figuras ligeras con las que lleva trabajando desde hace décadas y que recorren la arena húmeda con movimientos sinuosos y casi vivos.

 

Theo Jansen (@Strandbeests) era ese ‘atrevido’ creador que quiso ayudar a mejorar el equilibro ecológico de las costas con estos mecanismos, con los que pretendía remover la arena para que los granos se arrojaran al aire y el viento los trasladara a las dunas y, así, aumentar los límites de tierra mientras el nivel del mar no para de subir. A pesar del destino inicial de sus ‘Strandbeest’ o ‘Correplayas’, el artista ahora se centra en que estas obras y las nuevas que crea sean formas de vida autosuficientes, capaces de sobrevivir y perpetuarse en su hábitat.

 

Se trata de figuras construidas con tubos de plástico, botellas vacías y cuerdas que, en la mayoría de los casos, se mueven gracias a la fuerza del viento. Parten del estudio de la evolución biológica para desarrollar sucesivas generaciones de criaturas cada vez más complejas y más similares a esqueletos de animales o de insectos gigantes.

 

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Unas enormes ‘bestias’ que comparten un secreto matemático: los trece ‘números sagrados’ que Jansen calculó hace 25 años, en un tiempo récord, con un ordenador Atari y que indican la longitud de los tubos que componen las patas y definen su peculiar forma de caminar. Darwinismo acelerado por la informática.

 

Fusión de arte e ingeniería o, lo que es lo mismo, labor con esculturas cinéticas que también otros artistas, arquitectos y diseñadores se atreven a manejar para crear obras que con los años se hacen más impresionantes a medida que se mejora la tecnología.

 

Uno de ellos es el israelí Daniel Rozin, que lleva más de 20 años trabajando con creaciones curiosas que interactúan con el observador. “Quiero que mis esculturas tengan habilidades computacionales y que sean una combinación de componentes mecánicos y digitales“, asegura Rozin. Para ello, utiliza materiales como pelo, madera o juguetes, que le suponen unas “cualidades únicas” para su labor.

 

El escultor considera que obsesionarse por una idea siempre provoca como resultado que sucedan cosas interesantes en cualquier forma de arte. A él le ocurre en su intento por envolver a las personas en sus obras a través de la mecánica, gracias a lo que ha obtenido su serie de ‘espejos’, conjuntos de objetos que en origen no provocan reflejos y que de un modo u otro reproducen la imagen y los movimientos de quien permanece frente a ellos.

 

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Las ‘instalaciones interactivas’ interpretan la presencia humana invitando al espectador a jugar con la obra y amplían el concepto de lo que debe ser un espejo. Todo ello con elementos tan comunes como abanicos o pingüinos de juguete.

 

Otros creadores trabajan sus obras cinéticas a gran escala. Como el arquitecto londinense Asif Khan (@asif_can), cuyo estudio fue el escogido para elaborar uno de los pabellones de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014. Llamado MegaFaces, esta instalación de 2.000 metros cuadrados daba la oportunidad a los asistentes de ver retratos de sus rostros en 3D de un tamaño 35 veces mayor al real a través de la interactuación entre cabinas fotográficas dispuestas en el lugar y 11.000 actuadores.

 

El vínculo común entre mis proyectos son los seres humanos y el uso de la arquitectura cinética para explorar las relaciones entre las personas, entre ellas y los ambientes, y entre los edificios y sus entornos“, explica Khan, que se sorprende por cómo la arquitectura está respondiendo al cambio del mundo “a nuestro alrededor” para ajustarse a la evolución del interés constante de las personas por grabar su historia a través del retrato: desde los cuadros pictóricos hasta los selfies y FaceTime. “Mi idea fue aprovechar esta forma de comunicación y la cinética para generar una interfaz de escala urbana cobijada por un edificio“, finaliza el artista.


@casas_castro

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