Acogimiento familiar: un vínculo desconocido

“Vivir en un contexto seguro y protegido que preserve el bienestar” es uno de los derechos fundamentales contemplados para los niños. Cuando no se puede cumplir, hay quienes abren las puertas de sus propios hogares para ello. Esta semana en 360 Grados Press nos aproximamos a una realidad más frecuente de lo que se cree, aunque todavía pase desapercibida para la mayoría.

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Históricamente, el fallecimiento de los padres era el principal motivo, pero las causas se han ido diversificando con el tiempo: drogadicción, alcoholismo, negligencias en la alimentación o educación, estancias en prisión, problemas de salud mental… Si una de estas situaciones afecta a los progenitores, la vulnerabilidad de los niños se hace evidente. Es entonces cuando el llamado acogimiento familiar entra en escena. “Se trata de una medida de protección temporal para un menor que en un momento determinado no puede vivir con su familia de origen“, define José Antonio Martínez, portavoz de ASEAF (Asociación Estatal de Acogimiento Familiar). La eventualidad de esta práctica es una característica a subrayar. “Esto no es lo mismo que la adopción. Aquí, el objetivo en todo momento es que el niño regrese a su entorno cuando sea posible. Mientras, pasa a ser uno más de la familia de acogida, pero nunca pierde el contacto con sus padres. De hecho, los servicios sociales establecen regímenes de visitas siempre que se puede y los acogedores hacemos por fomentar esta relación“, prosigue el entrevistado.

 

Cómo acoger: particularidades y trámites

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El acogimiento, además, no presenta unas condiciones únicas. Por ejemplo, puede ser de urgencia – de 0 a 8 años con un máximo de seis meses de estancia –, temporal – hasta la mayoría de edad y hasta dos años de duración – o permanente – cuando no se ha podido dar el retorno del niño –. Asimismo, se distinguen las familias extensas, si existe una relación de parentesco; y las educadoras, es decir, aquellas que se ponen a disposición de la Administración Pública de forma altruista para desempeñar dicha función. “Para las primeras suele tratarse de una circunstancia sobrevenida, pero las segundas tienen una predisposición voluntaria y reciben cursos de formación específica. En cualquier caso, ambas necesitan asesoramiento sobre el procedimiento administrativo“, explican fuentes de AVAF (Asociación de Voluntarios de Acogimiento Familiar). “Quienes nos ofrecemos para ello también superamos varios test realizados por profesionales. Una vez aprobados, entramos en una bolsa externa. Podría decirse que los requisitos básicos son tener estabilidad económica y una probada capacidad emocional para atender correctamente al menor“, completa José Antonio.

 

Las dudas más compartidas

Aparte de cuestiones burocráticas, una adecuada introducción del menor en el nuevo núcleo familiar se plantea como el reto primordial para las familias acogedoras. Así, la asignación es personalizada – por ejemplo, puede ser recomendable la convivencia con más niños – y la clave, solo una: el amor. “Los niños tienen una gran capacidad para adaptarse a circunstancias diferentes. En estos casos, sobre todo quieren que les escuches, que juegues con ellos, que les enseñes… Pasamos a ser otro referente de su vida, por lo que te entregan todo su cariño y, aunque sean pequeños, son capaces de valorar nuestra función. Progresivamente, van ganando en seguridad“, declara el portavoz de ASEAF basándose en su propia experiencia de más de una década. Las preguntas de los menores sobre esta puntual coyuntura son, también, el otro gran frente a lidiar. “Lo mejor es contar una verdad que pueda ser entendida en función de la edad del menor, porque mentir puede suponer una pérdida de su confianza a medida que descubra la realidad. En todo caso, antes de cerrar una puerta en falso, lo más honesto es decir que no se tiene una respuesta“, aconsejan desde AVAF.

 

Un asunto a equiparar en varios sentidos

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Aunque el concepto y la finalidad son idénticos, la gestión del acogimiento familiar presenta variaciones a nivel autonómico. Una clara muestra de ello sería la dotación asignada para que la economía familiar no se resienta, la cual es diferente según ciudades. Además, puede suceder que esta tampoco sea igual para los familiares extensos y educadores, como en el caso de Valencia: 4,5 euros por día y niño frente a 9 euros, respectivamente. Con todo, las entidades implicadas en esta labor trabajan por una razonable inversión de recursos. “El acogimiento requiere de una generosidad tremenda. Hablamos de que los ciudadanos se ofrecen al ente público como una especie de herramienta para la guarda de menores. Es algo que debería estar mejor considerado por parte de los gobiernos“, defienden desde AVAF.

 

Todos los quehaceres para mantener ese vínculo

Esta demanda se suma al resto de cometidos que asumen dichas asociaciones: desde la orientación integral antes citada hasta la supervisión de las familias, pasando por la divulgación en sociedad de esta opción y la prevención de los riesgos que conducen a ella, fortaleciendo las unidades familiares. Paralelamente, hay quienes aportan un granito de arena en forma de voluntariado al participar en los programas de acogida proponiendo actividades adicionales: talleres de mejora de las habilidades sociales, apoyo escolar, campamentos urbanos… Eso sí, la filosofía aplicada en todas las líneas de trabajo es invariable . “Hay que respetar el pasado de estos niños, de dónde provienen y qué les ha traído a ti; su presente, pues te van mostrando poco a poco sus miedos y frustraciones; y su futuro, ayudándoles durante todo el camino hasta que pueden volver con su familia biológica“, concluye José Antonio.


@LaBellver

La foto de la portada exterior también ha sido obtenida de Flickr bajo la licencia Creative Commons. Su autor es mrhayata.

Clara Elena Martínez

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