Las Cámaras de las Cortes Generales cuentan en nuestro país entre sus funcionarios con una figura desconocida para muchos, pero imprescindible a la hora de cazar a la velocidad del rayo cada palabra pronunciada en los plenos celebrados y dejar, así, constancia de ella sobre el papel: el estenotipista.
Hay géneros cinematográficos que nos trasladan inmediatamente a un lugar y a una situación y que nos muestran una imagen y unos personajes muy particulares e, incluso, las frases que pronuncian o que podrían pronunciar. Es el caso de las películas de juicios y abogados. Seguro que con solo leer esta última frase habéis tenido un flash de la clásica sala americana de los años 80-90, con un grupo de espectadores sentados en unos asientos centrales, otro más reducido en un lateral en el papel de jurado popular, algún que otro guardia penitenciario repartido en el espacio, el abogado defensor junto a su cliente, el fiscal (con la cara de Kevin Costner, Denzel Washington o Tom Cruise) interrogando al acusado que se encuentra en desnivel junto al estrado, presidido por un juez de mazo ligero.
Pero ¿quién se nos escapa en este tradicional escenario ficticio de acusaciones y sentencias? La figura de la estenotipista, de edad mediana y vestida de manera recatada y discreta, colocada en un punto estratégico de la sala, donde no llama la atención, pero donde puede cazar al vuelo cada palabra que se pronuncie, adjudicarla a su propietario y sellarla en el papel a una velocidad pasmosa a través de una curiosa máquina de reducidas dimensiones y contadas teclas.
Este pequeño aparato fue diseñado en 1827 por un bibliotecario francés de Clermont-Ferrand llamado Benoit Gonod con la pretensión de sustituir a la taquigrafía manual. Con él se pueden ejecutar pulsaciones con una o más teclas presionadas simultáneamente. La escritura resultante muestra letras alfabéticas en caracteres de imprenta que forman sílabas o palabras completas sobre una tira de papel, en un dispositivo de almacenamiento de datos (modelos grandjean, de origen francés, y stenotype, italiano), gracias al avance de la tecnología, o en un ordenador mediante la conexión de la máquina con un cable serial.
Esta última, la denominada estenotipia informatizada, es la más usada actualmente, aunque en España se mantienen todavía los dos sistemas manuales. Permite la grabación digital del texto y del sonido para realizar subtitulación en tiempo real para personas sordas, además de aportar la transcripción del acto in situ de manera íntegra, sin pasar por una interpretación-transcripción posterior, en una reunión, un consejo o un congreso.
El hombre que tocaba las teclas a gran velocidad
Aunque la imagen asociada al estenotipista, tanto en el cine como por el que escribe este artículo, es la de una mujer, que en la mayoría de casos se cumple, también se encuentran excepciones masculinas (porque eso de las profesiones por sexos pertenece ya al pasado). Es el caso de Javier Núñez, que desarrolla su trabajo, junto a sus 28 compañeras (como parte del Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas de las Cortes Generales), en las sesiones parlamentarias y en las comisiones plenarias del Senado.
Utilizan el modelo grandjean, establecido a nivel general en las Cortes Generales, con el que se les exige un mínimo de 160 palabras por minuto para superar en 20 la velocidad media de los oradores. Gracias a sus conocimientos en taquigrafía, Núñez consigue realizar con menos pulsaciones (solo dos para una palabra, en lugar de cinco) el mismo volumen de información, lo que incrementa su velocidad. También le ha llevado a participar en nueve campeonatos de estenotipia y a ganar (primer español en hacerlo) el celebrado en Hannover (Alemania) en 2001 y el de Roma en 2003, con 215 palabras por minuto y la obtención del récord mundial en esta especialidad.
Su trabajo en las Cortes le obliga a seguir las premisas de la objetividad y de la fidelidad en los discursos que recoge a través de su máquina, a pesar de que en ocasiones le “tocan profundamente” los temas que se tratan como, por ejemplo, la bajada de sueldos de su equipo de estenotipistas. “Siempre hemos defendido nuestra imparcialidad, sin cortapisas; se confía en nosotros y no se puede modificar nada, ni por petición de los parlamentaristas ni por nuestra cuenta, bajo sanción grave o muy grave, aunque a veces se escuchen cosas que hacen que se te mueva algo por dentro“, confiesa Núñez.
Desde el Senado ha podido no solo cazar cada palabra expresada, sino también valorarla a nivel particular. “Los debates de antes eran estupendos y la oratoria de los parlamentarios era muy buena; ahora no se cuida tanto, son más técnicos, van al dato; sus palabras han perdido fuerza“, destaca.
Las nuevas tecnologías en la estenotipia
El avance de las nuevas tecnologías y la integración de Internet en su trabajo han supuesto un “gran apoyo” para los estenotipistas. “Antes mencionaban nombres desconocidos para nosotros y nos tocaba perseguir a los parlamentarios para que nos los deletrearan; ahora todo se ha agilizado“, apunta el funcionario. Un trabajo que lejos de desaparecer, como augura que sucederá pronto con la taquigrafía, tiene un importante peso en las Cortes, y más desde que se aplique en España la esperada estenotipia informatizada. “Nuestra presencia en sala es esencial, porque no solo ocurre lo que dice el que tiene la palabra, por lo tanto la profesión no morirá“, asegura Núñez.