Un despertar diferente

Le había despertado el eco de las voces de la noche convertida en madrugada, las mismas voces que se apagaron cuando la luz del amanecer invadió la estancia principal de la fiesta para desenmascarar la vida vampírica de los allí reunidos.

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El salón de su casa era distinto cuando celebraba saraos, lo visitaban caras nuevas en cada convocatoria, se restregaban en sus sillones parejas heterosexuales, bisexuales y homosexuales, bebían sin límite o hasta decir basta, conversaban de temas cada vez más banales y se difuminaban conforme la oscuridad se apagaba, como entes sujetos a una fotografía captada a muy poca velocidad.

Se desmembró de la cama, desganado y sordo de silencio, se quejó de lo jodido que estaba, gritó a su mascota como el loco que pierde el norte, se abalanzó al lugar donde horas atrás bailaba, reía, cantaba, bebía y fumaba, también algún porro, suponía. Le dolía la cabeza, pero lo que más le molestaba era ver la noche rezumar ante sus ojos. Los vasos supuraban aún el hedor de cubatas inacabados, los ceniceros rebosaban colillas malolientes, el suelo parecía una cancha de básquet recién pisoteada por treinta zapatillas nike de chocolate derretido, el oxígeno lo percibía manoseado, como respirado mil veces. Cristales rotos, cedés sin carcasa, gusanitos asfixiados, embutido seco y la televisión encendida con una nevada a lo poltergeist reflejada en sus ojos como zumbido visual para perder la mirada durante unos segundos.

La verdad es que la escena era la misma que la de otros tantos fines de semana de juerga en su casa, la diferencia es que esa mañana cumplía 30 años. Le jodía, por eso recogió las cosas y no volvió a convocar a nadie a aquel salón. Pasó su aniversario en solitario. No sopló las velas, ¿para qué? -se decía- no tenía nada que celebrar.


@os_delgado

photo by marga ferrer

Óscar Delgado

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