Una reflexión y análisis de Manolo Gil sobre las consecuencias que está teniendo en España la aplicación de la nueva tasa del impuesto del valor añadido en la educación, la sanidad y la cultura.
Comienza septiembre. Un septiembre tórrido y no por las temperaturas queafortunadamente empiezan a bajar, sino por el clima político y social que sevive con esta maldita crisis. Qué si el gobierno rescata a las ComunidadesAutónomas, qué si nos rescata Europa, qué si nos ponen condiciones draconianas parapoder optar al dinero europeo, qué si sí y qué si no. Mientras aquí destruimosempleo a cañonazos, convertimos el desahucio en algo cotidiano, sacamos deapuros a los bancos, mutamos las deudas privadas en públicas, negamos laasistencia sanitaria a los emigrantes, implantamos el copago en las farmacias,aumentamos la ratio en las aulas, noscargamos todo lo que suena a público, vemos como los jóvenes más preparados se marchana trabajar al extranjero y dejamos sin paga de Navidad a los funcionarios
Un interminable suma y sigue al que se leañade ahora la subida del IVA para menguarnos todavía más nuestro escuálido bolsillo.Es lo que hay en esta España del “tupper”, como dice Joaquín Estefanía, con losmúltiples significados de esta última palabra, incluyendo los que se puedenderivar al poner las dos “p” en mayúscula.
Desde el pasado 1 de septiembre se está aplicando la nueva tasa delimpuesto del valor añadido y, como era de esperar, su efecto ya ha empezado anotarse. No hacía falta ser la BrujaLola para predecirlo. Un hecho lamentable, sobre todo ahora que el consumoes tan necesario para activar la política del país. Pero el gobierno teme más aFrau Merkel que al huracán Katrina.Me molesta mucho que la moral la marque el Norte de Europa. Llevamos siglos conla cancioncita luterana del Sur derrochador y el Norte austero. Pero la austeridadque nos exige la hija del pastor luterano de Quitzow, y eso que estuvo afiliadaa las juventudes comunistas de la RDA, tiene poco que ver con la pobrezaapostólica. Su intención es asegurar el pago a los bancos alemanes que invirtieron en elladrillo español cuando aquí atábamos los perros con longanizas y dábamos unosdividendos de vértigo. La canciller alemana quiere asegurar a toda costa elcobro de sus bancos y apreta el cuello a todo aquel que se le ponga pordelante. De políticas de crecimiento, ¡nicht!.
¿Cuánto tiempo tenemos que esperar todavía para que aparezca un nuevoKeynes y se le haga caso? Necesitamos urgentemente un mesías socioeconómico,más ahora que, como indicaba ManuelCastell en un estupendo artículo publicado en La Vanguardia, los recortes se mundializan y el desmoronamiento dela sociedad del bienestar se universaliza para dar paso a la cultura delmalestar.
La industria cultural es sin duda una de las que más va a sufrir con lasubida del IVA. Con una tasa del 21% se coloca 11 puntos por encima de la mediade la eurozona y 14 de la que se aplica actualmente en Alemania. Según la Unión de Asociaciones de la IndustriaCultural Española se perderán 43 millones de espectadores y cerraránel 20% de las empresas. Encima la subidahará que Hacienda no recaude lo que pensaba. Así lo indica un estudio de Pricewaterhouse encargado por losproductores y exhibidores cinematográficos. Los primeros efectos ya se han dejadosentir: se ha cancelado parte de la gira por diferentes ciudades españolas delmusical My Fair Lady a causa de lasubida del IVA. Si no damos marcha atrás, nos va a pasar como en Letonia,Holanda, Hungría o Portugal, países en los que se aprobaron fuertes subidas delIVA cultural y que se vieron obligados a revocarlas por el impacto negativo que tuvieron en losingresos y el empleo. De momento, MarianoRajoy esconde la cabeza debajo del ala y no atiende a los representantesdel sector que le han pedido una moratoria.
Pero la consecuencia más dramática ocasionada por la subida del IVAcultural es que impide a los ciudadanos el acceso a la cultura. Tener o nocultura, poder ir o no a un concierto, al cine o al teatro será a partir deahora una cuestión de poder adquisitivo. Una cosa más que añadir a los recortesen educación y sanidad. Se acabó la cultura para todos. La situación económicaha venido como anillo al dedo para cargarse la cultura y todo lo que implica pluralismo.Nada de gastos que aviven la mente, que luego la gente piensa y vienen losproblemas. Hay que proteger la ignorancia. Esto es lo verdaderamente importante.¿Estaremos viviendo en el país de Fahrenheit451 y no nos habremos enterado? Podría ser.
Foto: Marga Ferrer