Hace un par de semanas el escritor y filósofo Rafael Argullol publicaba en el diario El País un interesante artículo sobre el arrinconamiento que vive la Universidad como consecuencia del antiintelectualismo que se ha apoderado de la vida social y política en los últimos años. En su argumentación, el filósofo y escritor se centraba en los profesores universitarios, auténticas víctimas de la dura presión de un pequeño círculo especializado y endogámico por los sacralizados paper, tan necesarios en su promoción institucional.
Los profesores universitarios viven presos de una burocracia administrativa originada por ciertos organismos de control que, en muchos casos, se preocupa más de las formas que de los fondos e impone su dictadura editorial reduciendo el ámbito de publicación a un pequeño número de revistas especializadas bajo su control en las que no siempre impera el criterio de calidad.
Es evidente que losintelectuales y profesores universitarios han perdido su presencia social másallá de su patio de vecindad especializado. Son inexistentes los libros de divulgación escritos por intelectuales deprestigio dirigidos al gran público. Elensayo, si se leía poco, ahora se lee menos. Se salva el libro de autoayuda concitas de Confucio, si esposible. Es lo que tiene una sociedad enla que se potencia el individualismo y las soluciones rápidas y low cost: libro de autoyuda o ansiolítico, o las doscosas a la vez. Ahora están las redes sociales para todo aquel que quiera inventarseuna falsa vida fascinante o tremendamente prosaica, en el caso de ser un pocofamosillo. Pero las redes sociales siguen sin sustituir al libro de autoayuda y el ansiolítico ¿Y pensar que la melancolía se asociaba a losintelectuales? Ahí está el famoso grabado de Durero Melancolía II. Los necios siempre se han dedicado a menospreciara los intelectuales, ya lo dijo Erasmoen el siglo XVI y un poco antes lo escribió Sebastian Brant. Son cosasde los complejos de inferioridad. La nave de los necios rumbo a Narrigorria.
¿Por qué no aparecen intelectuales en programas de televisión o tertulias radiofónicas? ¿Cómo van a aparecercon el desprecio que manifiesta una gran parte de los medios de comunicación queprefiere el personajillo de medio pelomediático, perfil bajo y vociferante al catedrático o doctor honoris causa? Con la excusa de lo mediático llevamosaños haciendo que se enriquezcan los palurdos. Tiene delito lo nuestro. Si no fuera porque estoy en contra de toda manifestaciónviolenta, diría que nos merecemos un par de sopapos. Es el crimen del populismo.Lo malo es que ahora hemos dado tantas vueltas de tuerca televisiva que nodistinguimos los formatos y hemos trasladado la fórmula del patio de vecindad malavenida de la televisión víscera/rosa/amarilla a los entretenimientos sabatinosde supuesto debate. Por mucho que lo intento, y que conste que lo intento, no encuentrodiferencias entre las formas del Sálvamey las de La Sexta Noche. A vecestampoco las encuentro en el contenido. ¡Qué le voy a hacer! Vivimos el triunfodel populismo rosáceo de la información política en la televisión de labanalidad, tanto pública como privada. Por favor, consultad el diccionarioporque popular no significa lo mismo que populista.
Este populismoantiintelectual acarrea una consecuencia terrible: hace que muchos intelectualesse enclaustren, se aparten de la sociedad que los rechaza, se hagan crípticosen sus trabajos y tremendamente endogámicos. Algo muy dramático para unasociedad que pierde el aporte de los mejores. Hemos perdido el concepto decultura humanista, de libertad y razón. ¿Entendéis ahora por qué la Universidadno tiene voz en la búsqueda de soluciones a la actual crisis económica? Hablanburócratas, comentaristas todoloséy políticos de perfil ínfimo, pero pocoscatedráticos, pocos investigadores. Y haberlos, los hay.
Como me comentaba miamiga la historiadora del arte ConsueloGómez, todo esto forma parte de unproceso de crisis general del modelo de cultura y sociedad que vivimos, contodos los componentes propios de un fin de era. El debate crítico está fuera detodos los círculos. Mirad el cine tan vacuo que se produce, la abundancia de pésimaliteratura, incluso premiada y de autores consagrados, que nos rodea
Aquítenéis algunos ejemplos que manifiestan la falta de crítica en este gransupermercado en el que vivimos. Lo malo es que ya no nos presta el bolsillo ni para comprar lossaldos. El populismo antiintelectual lo está arrasando todo, y lo peor es quesucede en la apoteosis de las nuevas tecnologías de la información y en plena sociedaddel espectáculo. Guy Debord loanunció, pero no vivió lo suficiente para verlo. Pero no por disponer de másmedios estamos mejor informados. Somos tan poco críticos que nos las dan sinqueso a la primera de cambio. Recordad el fakede Jordi Évole sobre el 23F por elque más de uno cogió un cabreo del cien, cuando debería enfadarse consigo mismopor no saber razonar y no tener criterio. Pero soy optimista y estoy convencidoque las cosas pueden cambiar, os lo aseguro, y el cambio está en nuestrasmanos. Basta con empezar con pequeñas acciones, como por ejemplo pensar. Yencima es gratis.
Laura Bellver