Una cosa les quiero decir a los que agitan la bandera del escándalo ante el apremio fresco de Podemos: las palabras de tantos Indignados no son carne de viento, ni humo que se aleja al primer manotazo. Millones de personas ya no soportan más el yugo de la injusticia social. Ya no soportan más la corrupción. El escándalo.
El ciudadano no es estúpido y ya no traga piedras de molino y por más que la vergüenza le arañe el rostro, ya no quiere mirar a otra parte. Ya no. La austeridad que tanto pregonó este gobierno títere e insolidario es un disparo al corazón de la gente, como la vida corrupta de quienes dirigen este barco agujereado. Millones de miles de hombres y mujeres de todas las edades, condición social e ideología política y religiosa, ya están hartos.
Hartos de que les tomen el pelo. Hartos de que les engañen con promesas de papel. Hartos de chocar contra las paredes, contra las ventanillas, contra las leyes que sólo favorecen a unos cuantos. Hartos de salir a la calle y ser pisoteados. Hartos de respirar un aire tan contaminado y que les hacen morir en vida sin preguntar por qué se muere. Hartos de subir escaleras hacia ninguna parte.
Hartos de votar a impostores. Hartos de llegar a fin de mes antes del día 15 y que el resto sea una aventura indigna para el ser humano. Hartos de vivir en la noche cuando los amaneceres son hermosos y anaranjados. Hartos de mirar tablones de anuncios que no anuncian nada nuevo.
Hartos de contar el número de parados y de saber que tú y yo y aquel y los inquilinos de la otra manzana, del otro barrio, del otro pueblo, sólo somos números en la lista que no tiene mañana.
Mucha gente harta y cansada de saludar los días tristes. Y ya es hora de abrir nuestras ventanas a las respuestas. Hora que alguien nos regale un golpe de timón y repare en la injusticia. Que sepan los políticos que ven nubarrones donde se atisba una colina fresca que millones de personas ya no quieren mirar a otra parte.
Foto: Carmen Vela
Lorena Padilla