En estos días las luces no se apagan y el cielo en la noche se ilumina de deseos y estrellas. En una de estas noches, los poetas se acercarán a tu casa y preguntaran por tu corazón dormido tan huérfano de emociones, tan despistado, y puede que de tu mano florezca una rosa.
Con el rostro mojado por la lluvia quiero ver si los árboles me abrazan, si no hay más lunas que me miren o un gorrión que con su trino me acerque un trozo de mañana. En estos días la vida sigue igual que siempre, incluso morir es tan sencillo que la brisa trae sabor a sangre. Un segundo basta para inundar de lágrimas un barrio; en un segundo se pierde el color de las miradas; un segundo es suficiente para apagarse todo. Un segundo dura el silencio de la eternidad que no queremos.
En estos días de alegría y abrazos no miramos atrás, vivimos un presente descalzo, la memoria agujereada por el miedo. Somos un cúmulo de cosas, llaves en el fondo del mar, monedas caducadas en un tiempo que siempre cae de cruz. Somos una montaña de ropa usada que no entra en el baile porque apagaron la música. Somos ese lugar que no existe, la brújula de agujas mutiladas que no señalan el sur.
El valle que habitamos está vacío pero lleno de gente. Vivimos en un templo de mercaderes de almas y vigilantes de sueños. Vemos el vuelo de las moscas en la noche más ciega y seguimos sin querer ver esa mano que te llama, la voz que nos conduce. Esa luz que nos avisa no se apaga pero los corazones siguen dormidos bajo un cielo tan azul que nos da vida. Esa vida que anda por ahí y nunca hacemos caso.
@butacondelgarci / Foto: Carmen Vela
José Manuel García-Otero