La Saeta

Yo era un mocoso que no levantaba un palmo cuando le vi por vez primera. Mi padre, más sevillista que el que inventó el escudo, admiraba profundamente a Di Stéfano. Subiendo por las escaleras hasta llegar a nuestro asiento de voladizo de sol, esto me dijo: “Acuérdate, hijo: vas a ver al que en fútbol es dios. Nadie más que él. Ahora y siempre”. Yo callaba y movía la cabeza como diciendo amén, porque mi padre en fútbol, como en casi todas las cosas de la vida, hablaba bajito, como un susurro, desprendiendo palabras como gotas de agua fresca de un cántaro.

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Cuando vi al Real Madrid confieso que me llevé un chasco. “La Saeta“,como le llamaba mi padre, llevaba una pronunciada calvicie, Paco Gento parecíaun abuelo y la panza de Puskas no dejaba de ser grotesca. El Real Madrid de lasmuchas copas sufría los tremendos desconchones del tiempo, pero su dignidad,empero, seguía erguida como el mástil de una bandera. La afición del Sevillaanimaba a los suyos, a Diéguez, a Campanal, a Bancalero, a Valero… Pero cuandolos azules (el color de los madridistas) se hacía con el balón, un silenciofrío recorría el Sánchez-Pizjuán de lado a lado.

Don Alfredo iba y venía, daba órdenes a Zoco, a Santamaría, a un jovenPirri… Hacía diagonales, gritaba, reñía, jugaba. Y cuando no tenía la pelotaentre aquellos tobillos domadores, Di Stéfano iba a pelearla con fuerza. Y sile sacudían, se levantaba. Y volvía a pelearla con el hambre de un juvenil anteun bocadillo de jamón, hasta que conseguía hacerse de nuevo con su amiga, lapelota.

Yapasaron los años y volví a encontrarme con don Alfredo varias veces. Siemprehan dicho de él que era un tipo genioso, de verbo destripado. Pero a Di Stéfano,señor del Real Madrid, le vi [Img #20417]
sonreír en un montón de momentos. Te miraba a losojos, porque en el vuelo de las miradas solía cazar al mentiroso y al noble.Vivió casi sesenta años en España y amaba este país, pero jamás perdió suacento arrabalero y el alma de los bandoneones. Era de aquí y de allá. Pero porencima de todas las cosas, Di Stéfano, don Alfredo, La Saeta, era del fútbol.Su dios y señor. El caballero que lo hizo grande y eterno.


Javier Montes

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