La lealtad es un pergamino que no puede exponerse al sol ni a la luz de los codiciosos. Roerán tus entrañas y morirás en el olvido. La lealtad tiene las manos rotas y la mirada llena de mar. No puedes ser leal dentro de la jaula de un león hambriento, aunque ese león te invite al otro lado de la jaula. Te despedazará.
Escribe Roa Bastos en su novela más excelsa: “Investido del Poder Absoluto, el Supremo Dictador no tiene viejos amigos. Sólo tiene nuevos enemigos“. Y más adelante graba a fuego estas letras: “La naturaleza no da esclavos: el hombre corruptor de la naturaleza es quien los produce“.
Estos últimos años, cuando humea sangre en la atmósfera y los ricos son más ricos a costa del esfuerzo de la gente, Europa se ha convertido en un gabinete gigantesco del horror, en una plataforma insaciable que genera injusticia y pone alambradas en los pensamientos.
En medio de una sórdida estepa donde habita una espantosa indiferencia, los hombres de negro actúan con absoluta impunidad. Matan en nombre de ellos mismos y clavan en las paredes consignas falsas, allí los tontos y cobardes se regodean en su lectura y flamean pañuelos en un circo donde mueren personas. “Aquellos viven mal porque malgastaron. Aquellos otros son vividores y cigarras que no quisieron trabajar a destajo y por eso merecen morir de inanición y olvido”. Dicen los Supremos Dictadores en nombre del Poder Absoluto que no tiene memoria, carece de corazón y adora la codicia.
“Yo no lloriqueo lo que lloriquea todo el mundo, que los meses están vacíos y la tierra es solo fango e inmundicia“, dijo el poeta Walt Whitman, y lo dijo delante de hombres con la mirada desprendiendo azufre y el miedo arrugándoles el alma. Son caminantes condenados a morir mientras respiran.
Europa se queda ahí, en medio de un vacío que arroja fuego y desgarra inocentes. Viven los insolidarios en una cucaña. “Todo lo que empieza como comedia acaba como un respondo en el vacío“, escribió Roberto Bolaño mientras la noche disparaba lunas de fuego y detectives que solo tenían corazón.
No conocieron a Rajoy, aquel amigo que abrazó al enemigo y éste le escupió desde lo alto del púlpito. No sabía el pobre iluso que el tirano devora su sombra y quema sus recuerdos.
La vida es aire si no se lucha y la libertad no sigue. Lo dijeron los poetas. Lo dijeron los hombres. Lo gritan los hombres más allá de tu calle. Si ves que en tu mano se posa una hoja que huele a lluvia, sonríe y no la dejes escapar. Verás que nada está vacío y nada será igual si todos quieren.
Foto: Carmen Vela