Inauguraciones

Por Segundo Tercero Iglesias, antropólogo

Roberto Bobbio ya establecía en 1952 una interesante y necesaria, más que nunca en la actualidad, reflexión en torno a la diferencia entre Política de la Cultura y Política Cultural: “La política de la cultura como política de los hombres de cultura en defensa de las condiciones de existencia y de desarrollo de la cultura se opone a la política cultural, esto es, a la planificación de la cultura por parte de los políticos”.

Debe de ser que uno sigue siendo un antropólogo inocente, como el conocido título de Nigel Barley, y aún tiene esperanzas de que la Política Cultural sea cada vez más Política de la Cultura, aunque esté desarrollada por políticos, pues no por ello tienen necesariamente que ser personas ausentes de cultura. Y en el caso de que lo sean, existe un largo catálogo de cargos que podríamos denominar asesores que deberían, para ello están, llenar esos vacíos.

Ahora bien, siendo inocente, soy al tiempo consciente de que tanto los políticos, con cultura o sin ella, como los asesores, para poder desarrollar ese salto cualitativo deben sobrepasar un escollo difícil en el actual mapa conceptual y práctico de los partidos políticos, y es la ausencia de libertad de pensamiento y de discrepancia. Pues, como señala Umberto Eco, “El intelectual comprometido debe poner en dificultades ante todo a aquellos con los que se siente comprometido”, y si eso no se permite ni dentro ni fuera de estas estructuras estamos siendo testigos de una interminable prolongación de la Política Cultural en lugar de una apertura a la Política de la Cultura.

Una última duda, con las múltiples oportunidades que tienen los representantes políticos de asistir a Congresos donde escuchar a especialistas destacados en áreas de su propio campo de acción, por qué sólo están en la inauguración, cuando casualmente sólo hablan ellos.

Andrés Verdeguer

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