Murió Botín, Emilio Botín, y el reloj de España se paró durante un breve tiempo. Crujió el andamiaje del país, porque la mano que mueve el dinero lo puede todo (por encima de los espíritus, de las leyes, de la moral, de las personas ), y esa mano, de repente, se ha quedado inerte.
Los políticos se han mirado los unos a los otros, los eclesiásticos también se miraron. La Bolsa sintió un hipo repentino, luego eructó. El ciudadano cruzó la calle y los semáforos no bizquearon esta vez. El Banco Santander, donde se mueven todos los hilos de este muñeco gigante, tonto y sumiso que es España, emitió una nota definitiva:
” HECHO RELEVANTE
Banco Santander lamenta comunicar el fallecimiento de su Presidente Emilio Botín.
De acuerdo con lo previsto en el artículo 24 del reglamento del consejo, durante el día de hoy se reunirán la comisión de nombramientos y retribuciones y el consejo de administración para designar al nuevo presidente del Banco.
Boadilla del Monte (Madrid), 10 de septiembre de 2014 ”
Así de frío, como una espada de acero, se ha escrito la historia. En cuatro líneas. Ni un dolor derramado en la caldera. Muerto el rey, viva el rey. Todo bajo control. La vida no concede ni un segundo improvisado, ni una lágrima escapada al viento. La vida sigue. Todos somos igual en la hora definitiva. Y es una verdad tan descomunal que apenas duele.
Pero mientras respiras, mientras tus ojos pueden ver el paso de los días y de las nubes, todo quedará controlado bajo el paraguas de un consejo de administración, envuelto en normas y en leyes que escriben otra gente que solo agacharán la cabeza ante el Botín sucesor. La vida seguirá exactamente igual con otros ojos. Tú apenas cuentas.