Hoy es 28 de febrero, un día cualquiera en cualquier parte de España y del mundo, pero no en Andalucía. Hoy es su día. Día de Andalucía. 28-F. Me acuerdo de aquella fecha del invierno de 1980, cuando los andaluces dimos un paso al frente y pedimos al gobierno centralista de la ucedé más libertad. Pero también más derechos, más igualdad. Más justicia.
Han pasado 38 años y el 28 de febrero, la Junta de Andalucía y todos los organismos oficiales lo celebran por todo lo alto. Una efeméride envuelta en burbujas que hieren porque son de cristal, porque es un acto teatral lleno de un gigantesco atrezzo, de sonrisas congeladas y mentiras adornadas de seda.
En el 28-F de 2018, Andalucía sigue en la cola de casi todo y a la cabeza de la desigualdad y el paro. Esta comunidad del sur hispánico, tan rica en raíces culturales y en recursos que la tierra regaló, sigue encadenada a la rueda miserable de la pobreza, observa cómo expolian sus entrañas y sus mejores hijos tienen que emprender la dolorosa vía de la emigración, porque aquí, en la casa donde nacieron Antonio Machado, Lorca, Alberti, Falla, Velázquez, Murillo, Picasso, y tantos genios, no les queda nada.
Mientras, los políticos, los banqueros, los jueces/servidores de una injusta justicia encabezan la procesión y celebran el gran día. El suyo. Convirtieron Andalucía en lugar de camareros, albañiles, chóferes, funcionarios serviles, amigos/chivatos y jornaleros pobres. Nada cambió. El 28-F quedó enterrado aquel día de 1980. Desgarraron la bandera de la libertad y ondeó la verdiblanca de papel, la de la gran mentira. No hay nada que celebrar, farsantes.
José Manuel García-Otero