Adiós a Canal 9

Acabo de rescindir mi relación laboral con Radio Televisión Valenciana, donde he trabajado como redactor de los Informativos de Canal 9 y en otras ubicaciones desde 1989, cuando se fundó.

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En la despedida, una de lascompañeras que entraron conmigo en la casa, me decía con emoción: “Este modelose ha acabado”. Era una apreciación oportuna y penetrante, y no se refería sóloa Canal 9, una de las empresas peor gestionadas de la historia del capitalismomoderno. Otras cadenas que han sido gestionadas con éxito, rentabilidad eimaginación, también están al borde del colapso.


Hablo de las cadenas llamadasgeneralistas, públicas y privadas. En España, pero también en el extranjero. Unmodelo de explotación se ha acabado, vive sus últimos tiempos. Lo que nosabemos es qué otro modelo le sustituirá.


Porque la razón o función esencialde la existencia de las cadenas más sólidas (nacionales, regionales, locales)ha sido la de servir de cohesión social, de argamasa social, ofreciendo dosisdoctrinarias, ideológicas, o más o menos neutras, de entretenimiento einformación a un público variopinto pero que comparte un espacio geográfico conidentidad propia (España, Cataluña, Francia, Europa, Tennesee, Japón, etc). Yesta función continúa siendo necesaria, no hay colectivo social, grande opequeño que no precise de una argamasa ideológica para funcionar:entretenimiento e información a la medida del grupo, y casi siempre cortadasegún el patrón de quien paga o manda.


Pero hoy el entretenimiento adistancia (frente al que podríamos llamar en vivo, el teatro, la música,el circo, el cine) está al alcance de todos, instantáneamente, en Internet. Ycon la información pasa algo parecido: la puedes comprar en el kiosko y obtenera horas determinadas en los medios audiovisuales, y también está disponible alinstante en Internet.


Un instrumento nuevo e inesperado

Internet (ver aquí estadísticas de su uso en el planeta) en sus soportes fijos(ordenadores) y móviles (smartphones, tablets, portátiles) está apunto de ser ya el instrumento cohesionador más potente, por encima de losdiarios impresos, la radio y la televisión. Y como sucede con estos medios decomunicación tradicionales, el servicio que presta Internet se utiliza más parala confusión interesada que para la integración de la multitud de comunidadesque pueblan el planeta.


Lo que diferencia a Internet de losmedios tradicionales y le ha convertido en el instrumento con mayoresposibilidades para el entendimiento pacífico y enriquecedor de los sereshumanos (el viejo sueño de la Ilustración) es que permite a todo el mundoexpresarse en público, y no hay forma de controlarlo, de censurarlo, en lospaíses donde la democracia formal se mantiene viva. Este fenómeno nuevo einesperado en la historia de la humanidad (que el que quiera y tenga medios secomunique literalmente con todo el mundo, se entere de lo que teme, ydisfrute de lo que le gusta) es lo que ha precipitado la obsolescencia en losmedios tradicionales de comunicación, la prensa impresa, la radio y latelevisión.


El modelo está acabado. Si semantiene vivo es por la inercia (costumbre y comodidad): es tan fácil acercarsea un kiosko y comprar un periódico que te ofrece información y comentariosordenados, o escuchar en la radio a voces seductoras transmitiéndoteinformación, consejos y entretenimiento, o plantarse delante de la televisióndespués de cenar y adormilarse poco a poco viendo lo estúpidas que puedenllegar a ser ciertas personas…


Usar Internet y aprovechar Internet,dos posibilidades

Que el 63 por ciento de la poblacióneuropea, el 78 por ciento de la norteamericana, y el 34 por ciento de la delplaneta “consuman” Internet (sentados ante su ordenador y toqueteando susteléfonos inteligentes) no quiere decir que lo exploten a fondo. Además, unaltísimo porcentaje de esa gran fracción de internautas son personas jóvenes,de menos de 35 años, que ni compran periódicos, ni escuchan la radio ni miranla televisión, salvo ocasionalmente. Ellos son los protagonistas pasivos (losconsumidores) de la gran revolución digital de los teléfonos móviles y lasredes sociales. Sugiero una ojeada a “The State of the News Media 2012”, del Pew Research Center, para entender el alcance de estarevolución. El estudio afecta a los Estados Unidos de Norteamérica, pero susconclusiones pueden aplicarse con las debidas correcciones a Europa.


Los que acostumbran a dictar lascostumbres culturales del planeta, los grandes consorcios mediáticos, los reyesde las finanzas, los organismos empeñados en regular los hábitos consumistas delas sociedades, son los primeros que se han dado cuenta de que el modelotradicional de la comunicación se ha acabado, y hacen todo lo posible pordescubrir e instaurar otro que les dé tan buen resultado como el que ofreció elya caduco.


En busca de un nuevo modelo alservicio de los de siempre

De momento se están dedicando aenterrar ese viejo modelo. Se desmantelan las redacciones de los grandes mediosimpresos, de las radios y de las televisiones, y se ajustan las producciones delos programas de entretenimiento de un modo veloz y flexible: en los últimosaños estamos viendo desfilar por las cadenas de televisión una sucesiónformidable de programas, un incesante sistema de pruebas para descubrir unchollo mediático. Todas fracasan, porque tal chollo no existe.


En este proceso demencial seescuchan argumentos como el recientemente dado por Prisa: estamos echandoprofesionales para rentabilizar la empresa, y poder seguir ofreciendo productosde calidad. Esta es una de la mayores falacias emitidas en la carrera hacia laextinción del modelo tradicional. La tecnología digital aplicada a los mediosde comunicación permite, es verdad, conseguir cosas que eran milagrosas hacediez años: por ejemplo, conexiones en directo con lugares remotos einaccesibles. Pero ¿de qué le sirve a un periodista estar en el ojo del huracány poder contarnos lo que pasa allí, si no puede averiguar por su cuenta (porqueno conoce el idioma, porque no le dejan, etc) novedades y explicaciones de loque sucede? La información que trasmite no está contrastada, en la redaccióncentral no le exigen que así sea, quieren la notica al instante y lo másruidosa posible.


Los grandes medios se están cargandoa los estratos fundamentales de la cadena informativa, los periodistas normalesy corrientes. Comprimen la redacción a un mínimo de profesionales capaces detramitar un trabajo que las máquinas ayudan a resolver con rapidez, pero que nopueden valorar ni editar. Hoy, muchas redacciones están compuesta por una elitede editores y una nube de becarios. ¿Qué pasaría si se inventara una máquinacapaz de discriminar la información de un flujo de palabras o de imágenes?Afortunadamente esto es imposible, porque la información, la cultura, es unvalor añadido que pertenece al reino del intelecto, de la conciencia, algo delo que las máquinas, de momento, carecen.


Esas redacciones ahorran sueldos ycuotas a la seguridad social. Pero limitan la capacidad de información. Véaseel ejemplo de la guerra de Siria o la fantástica operación para librar aOccidente de fundamentalistas islámicos en Malí. Si uno tiene buenos contactosen Damasco o en Bamako, se enterará mejor de lo que pasa por allí utilizandoFacebook o el correo electrónico. El problema es que muy pocas personas tienenbuenos contactos. Así que la información que llega desde esos atribulados escenariospor los medios de comunicación o es incompleta o está manipulada.


Ningún medio puede ofrecerinformación fiable sin periodistas capacitados que salgan a la calle abuscarla. Los jefes de sección no pisan el asfalto, y últimamente, tampoco losbecarios, que sólo sirven para cubrir huecos de un modo limitado, deficiente,por su condición de aprendices; además de no poder hacer las cosas igual que unprofesional experimentado, encuentran obstáculos en hacer un trabajo riguroso,porque lo que se les pide es rapidez y colorido.


La información y la cultura no sonbienes de consumo

Este panorama de los medios impresosy digitales se aplica por igual a los medios audiovisuales. Y también a suproducción no informativa. Ni siquiera una industria tan potente como lanorteamericana mantiene niveles de calidad en sus producciones de teleseries ode programas novedosos. Resulta un sarcasmo que las cadenas en TDT másatractivas sean las que fingen subastas espectaculares, cómo se fabrica unatabla de surf o cómo se las apaña un tipo para cruzar el Himalaya en chanclas.


Cuando la información o elentretenimiento se modelan en el patrón de la rentabilidad a ultranza, sedesnaturalizan. Porque la información y el entretenimiento (es una forma deresumir en dos palabras al abanico inmenso de los productos de la comunicación)no son bienes de consumo. Son bienes creados para la cohesión social, sonargamasa ideológica, política o religiosa, como lo son los bienes culturales engeneral.


La aparición de los medios de masasimpresos “coincide” (es decir, está relacionada íntimamente) con el triunfo dela revolución industrial. A las grandes concentraciones urbanas del siglopasado, una amalgama de clases populares, proletarios y clases medias, no lesservía ya la religión como instrumento de cohesión. Ninguna iglesia, ninguna fepuede satisfacer la inquietud de las masas urbanas mejor que los medios decomunicación, desvergonzados, plásticos, capaces de cambiar de doctrina, deadaptarse a los gustos de los fieles lectores, de satisfacer sus flaquezas sinel miedo al pecado y a la condenación. No es una casualidad que laalfabetización se universalice en el siglo XX.


Luego, aparece la radio como mediode comunicación, y se añade a los periódicos de grandes tiradas. Y después dela Segunda Guerra Mundial, se impone la televisión, controlados ambos mediossiempre por los gobiernos, democráticos o no democráticos.


La aparición y el desarrollo deInternet y de sus infinitas posibilidades ha sido un torpedo en la línea deflotación de los grandes medios. ¿Se ha cargado también el periodismo? Si losperiodistas lo consentimos, sí habrá acabado con nuestro oficio. Y cuando digoperiodistas digo operadores de cámara, operadores de equipo, productores,realizadores, grafistas, técnicos informáticos, todos los oficios del espectrocomunicador.


¿Qué podemos hacer para impedirlo?

Algo nada complicado: asociarnos detodas las maneras posibles (en sindicatos, uniones, colegios, en grupos depequeños empresarios, creando cooperativas de medios locales…, eso sí, sindistinción de oficios, no vale los periodistas por un lado y los operadores deequipo por otro) y actuar, probar, tomar la delantera a los grandesconsorcios que tienen el dinero suficiente para experimentar con la tecnología.Pero como no hay tecnología sin seres humanos que la prueben y la dirijan, estáen nuestras manos emprender con nuestro ingenio, nuestra voluntad y nuestracapacidad profesional aquello que las empresas están desperdiciando y tirando ala basura: miles y miles de profesionales capacitados como nunca lo habíanestado en la historia. No nos dejemos marginar, no nos dejemos deprimir,descarrilar del trabajo diario. Colaboremos al parto de ese nuevo modelo decomunicación que todavía no ha nacido.


Está en nuestras manos, no en las delos poderosos, mantener nuestro oficio y nuestra dignidad.


Artículo publicado en colaboración con Perinquiets

Estefanía G. Asensi

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