Existe en la ciudad de Utrecht, en Holanda, una casa rara, diferente, estrambótica para su época, que rompe con la imagen recargada de las edificaciones que la preceden en la calle en la que se ubica, que esconde un relato amoroso y que pronto se convirtió en un icono de la arquitectura y el diseño del siglo XX: la Riedveld-Schröder.
Puede que las fotografías que envuelven este artículo os remitan a palabras que hagan referencia a la modernidad, el estilo, la simplicidad o la originalidad. Conceptos conectados a la actualidad, a pesar de que las formas y figuras que se muestran en ellas pertenecen a un edificio de 1924, la Casa Rietveld-Schröder, ubicada en Utrecht (Países Bajos).
Se trata del primer manifiesto arquitectónico del grupo De Stijl y es conocida a nivel internacional como una de las obras más influyentes del Movimiento Moderno. Un icono del siglo XX y una demostración de la madurez metodológica arquitectónica en consonancia con la poética neoplástica de su autor, Gerrit Rietveld, que levantó el hogar en el que la señora Truus Schröder viviría con sus hijos.
Un espacio familiar que también acabó ocupando el propio constructor, ya que, con la viudedad de la dueña, a principios de la construcción de la casa, se originó una historia de amor muy particular entre cliente y trabajador que culminó en el diseño en unión de cada rincón. De hecho, las ideas de Schröder cimentaron prácticamente la totalidad del edificio y le dieron el toque vanguardista que hoy es reclamo para estudiosos del arte y visitantes.
La casa destaca por la manera en que finaliza en una hilera de viviendas entre medianeras, aunque se despreocupa por completo de integrarse con ellas. “Sin preocuparnos por adaptar de algún modo la casa a las construcciones tradicionales de los Prins Hendrikjaan, nos limitamos a unirla a la casa adyacente. Era lo mejor que podríamos hacer: destacarla en un contraste lo más fuerte posible. Lógicamente, era muy difícil ajustar esta idea al código constructivo local. Por esta razón, la casa presenta, en su piso bajo, una disposición bastante tradicional, es decir, con sus muros fijos; en el nivel superior, sin embargo, simplemente añadimos un ático, y en él hicimos la casa que queríamos hacer“, como explicó el propio Rietveld.
El edificio se integraba en el paisaje de naturaleza que se divisaba desde su interior en los años 20 a través del árbol del patio de la planta baja, las transparencias y los espacios fragmentados. Todo ello convertía esta icónica casa en un hogar en sintonía con el exterior y con la inspiración artística que podía transmitir a quienes la moraban.
Un hogar fragmentado por el arte
El aspecto más notable de la casa Rietveld-Schröder es la independencia visual de sus partes, conseguida por la separación física de los planos, el uso de los planos libres, la modulación de los horizontales y verticales y la utilización del color, que acentúa y determina la identidad de cada parte. Su diseñador intentó conseguir la continuidad espacial en su arquitectura permitiendo que los espacios se comunicasen entre sí y con el espacio infinito que rodea al edificio.
Pero lo que más sorprende a quienes visitan la construcción desde que fue reconvertida en museo y reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, tras la muerte de la señora Schröeder y la reconstrucción por parte del arquitecto Bertus Mulder, son sus soluciones interiores. Espacios libres que pueden modificarse por medio de paneles movibles y un mobiliario de carácter geométrico, perfectamente integrado con formas planas y sencillas, sin perfiles elaborados, tratado como un elemento arquitectónico más. De esta forma, en su interior no existe la acumulación de habitaciones, sino que las zonas son dinámicas, abiertas y cambiantes. Un todo flexible, tanto en el interior como en el exterior, que Rietveld se encargó de conseguir.
Construida en acero, ladrillo y vidrio, es una composición asimétrica de planos horizontales y verticales que consigue al mismo tiempo el ideal de las relaciones equilibradas y puras encomiadas por el pintor vanguardista Piet Mondrian y dos de los objetivos fundamentales de la arquitectura moderna: la planta libre y la separación formal entre estructura y cerramientos.
De Stijl, el movimiento que originó una casa sin igual
En la misma época en que el escritor Tristan Tzara escribió el manifiesto Dadá, Mondrian y el arquitecto Theo Van Doesburg publicaron el manifiesto De Stijl (junio de 1917), opuesto en absolutamente todo al primero. Si los dadaístas querían destruir el arte y armar sus obras de características destructivas e irracionales, De Stijl buscaba su renovación total de manera racionalista, ordenada y simple, bajo el lema “desnudemos a la naturaleza de todas sus formas y sólo quedará el estilo“.
A partir de los elementos fundamentales de las artes plásticas se pretendía configurar un nuevo mundo ideal. Su objetivo era la integración de las artes o el arte total y se manifestaban a través de una revista homónima que se editó hasta 1931.
Las obras del Movimiento De Stijl respetaban la racionalización, la simplificación radical y los ritmos asimétricos equilibrados. Su construcción está caracterizada por las líneas y ángulos rectos, las formas regulares, planas y simples con colores puros saturados y primarios, así como blanco, negro y grises. A Mondrian y a Van Doesburg se unieron figuras destacadas del mundo del diseño industrial y gráfico, la decoración y la arquitectura.
Esta última, además, en Holanda, se basó en el desarrollo de la técnica, la limpieza, la economía y lógica elemental y pura como sucede con la Casa Rietveld-Schröder y con su predecesora inspiradora, la silla roja y azul, que el diseñador creó en 1917 (primera exploración del Movimiento De Stijl) y que formó parte del mobiliario del propio edificio (en la habitación del hijo menor).
El asiento original tenía un acabado natural y después fue pintada con la paleta de colores primarios de la corriente artística: negro, gris y blanco. Sin embargo, más tarde fue cambiada para parecerse a las pinturas de Mondrian cuando Rietveld entró en contacto con la obra del artista.
David Casas