“Tengo una relación de amor-odio con el Premio Nacional”

Es raro quien no ha leído recientemente que la autora de la portada que The New Yorker ha dedicado al atentado al semanario francés Charlie Hebdo es española. Sin embargo, esta ilustración es sólo una más dentro de una dilatada trayectoria, especialmente en el extranjero. De hecho, medios como The Boston Globe, LA Times, Elle o Time Magazine vienen contando con su talento desde hace años, así como también otros tantos sellos editoriales. Ahora, se halla abrumada por la repercusión que ha tenido dicha última obra, pero sigue trabajando como siempre. Con todo, en 360 Grados Press no nos hemos podido resistir y esta semana hemos concertado una entrevista para conocerla más allá de esa Torre Eiffel con punta de lápiz que la ha puesto en boca de todos.

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¿Qué opinión te merece la respuesta social, política y gremial frente al atentado a Charlie Hebdo?

Sinceramente, en muchos casos me ha parecido hipócrita. Es normal que la sociedad se conmocione ante un caso así, pero digamos que la mayor parte de la gente que ahora exhibe el lema Je suis Charlie ni siquiera había leído la revista o estaba de acuerdo con ella, sino incluso en contra. En cualquier caso, esto es algo que va más allá: es una demostración de repulsa ante un hecho de semejantes características. Eso sí, tiene ese lado de que ahora muchos políticos utilizan esa repercusión para sus propios intereses. Quizá, la respuesta de los ilustradores sería la más sincera, porque nos ha tocado más en la piel. Siempre piensas que un dibujo es inocente, pero te das cuenta de que no.

 

Las redes sociales han jugado un papel fundamental en la difusión de tu trabajo y el de muchos otros compañeros. Independientemente de este episodio concreto, ¿qué importancia tienen en tu día a día?

Creo que bien utilizadas son fascinantes. Nos han cambiado la vida a todos. Yo utilizo frecuentemente Facebook para promocionar mi trabajo o para estar en contacto con mis amigos. Pero, por otro lado, si están mal utilizadas, pueden ser un arma peligrosa.

 

Muchas veces te han preguntado sobre las historietas gráficas de tus inicios en La Luna y Madriz. Siempre respondes que no quieres retomar ese formato. ¿Cuál es el motivo de esta decisión?

Hay muchas cosas que he hecho y que no volvería a hacer, pero todo el mundo se queda siempre muy intrigado sobre por qué no quiero volver a dibujar cómics o historietas (risas). Era muy joven, estaba empezando, buscaba mi lugar, quería contar cosas y no sabía cómo hacerlo. De repente, encontré en el mundo del cómic una plataforma para ello, pero luego me di cuenta de que realmente no era mi camino, así que lo abandoné. La gente me sigue preguntando “¿Pero por qué no?” y yo les respondo “Pues porque no y, además, porque era muy mala“. Lo que hacía no tenía ninguna relevancia (risas).

 

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Hablemos del estilo. Tú lo defines como un “lenguaje propio” el cual has ido perfeccionando a lo largo de los años. ¿Te has visto en la tesitura de no poder comunicarte con el público mediante él y tener que modificarlo… o eso nunca?

Sí, digamos que el estilo es como tu lenguaje y que si estás contando una cosa, pero ves que no logras hacerlo, pues hay que ir perfilándolo hasta que se consiga como uno quiere. Yo también he concebido siempre el estilo como una lucha que uno tiene para intentar salvar sus hándicaps, es decir, todo aquello que no has podido contar porque no has dominado todavía tu lenguaje lo suficiente. Esa pelea por mejorar es lo que, poco a poco, te va definiendo.

 

Muchas voces destacan de tu trayectoria las portadas de The New Yorker, Frida en edición infantil o Amantes en literatura para adultos. Sin embargo, tú muestras predilección por Snowhite. ¿Por qué?

Snowhite ocupa un lugar importante porque, en primer lugar, tuve total libertad para hacer lo que quise y en ese momento me apeteció versionar un cuento clásico. Al mismo tiempo, tenía pendiente algo que dominar: el lenguaje en blanco y negro. Viendo cómo podía enfrentarme a ello, volví hacia atrás en el tiempo y me di cuenta de que lo que había estado practicando durante tantos años en la Facultad de Bellas Artes era el modo en que tenía que contar las cosas, con carbón y con una técnica tradicional. Podríamos decir que mirando al pasado encontré lo que era una herramienta para avanzar hacia el futuro.

 

Hablas abiertamente de tu dificultad para ilustrar objetos inanimados como la maquinaria en general. El primer paso es reconocerlo, ¿qué hay de superarlo?

Lo llevo muy mal (risas). A ver, si tengo que enfrentarme a ello, pues procuro tomármelo con calma. Todos tenemos cosas que se nos dan mejor y cosas que se nos dan peor. Una de éstas últimas para mí es, por ejemplo, dibujar un coche. Del mismo modo, hay gente que encuentra mucho más fácil el dibujo de un objeto inanimado que, por ejemplo, el de unas manos. Sin embargo, yo tengo mucha más facilidad para todo aquello que es animado. El por qué no lo sé.

 

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Has citado antes tu paso por Bellas Artes. ¿Cuál es la mayor lección que te llevas de esos años de formación?

En ese momento no te das cuenta de lo que te estás llevando, sino que simplemente empiezas a caminar tú solo y a equivocarte. Pero luego, a media que el tiempo va pasando, vas recordando muchas lecciones. De hecho, me he dado cuenta de que cuando estoy trabajando, a veces, me vienen frases de algunos profesores o de algunos compañeros. Ahora es cuando empiezo a entender muchas cosas. En verdad, dedicas cinco años para pasar por el trance de estudiar Bellas Artes, pero luego toda una vida para seguir asimilando y digiriendo lo aprendido allí.

 

Centrándonos en tu trabajo para publicaciones periódicas, ¿qué diferencias hay en materia de control editorial entre España y otros países?

Por ejemplo, en Estados Unidos intentan ser más políticamente correctos y, por tanto, hay mucho más control en ese sentido. Ellos solos se autocensuran. Pero en España también tenemos casos. Ahora todos nos rasgamos las vestiduras; sin embargo, ¿qué es lo que pasó con El Jueves? Aquí hay muchos temas que todavía no se pueden tocar, como podría ser la familia real o la iglesia. A El Jueves le costó que le secuestrasen la revista y a quienes realizaron las caricaturas, una buena multa. Se nos olvida fácilmente que en España siguen ocurriendo episodios así. Por no hablar ya de la Ley Mordaza…

 

En términos generales, ¿qué evolución has notado durante el ejercicio de tu profesión en el peso que los medios conceden a la ilustración?

Viví que en los años 80 hubo un boom de la ilustración, que luego decayó y, ahora, parece que ésta ha pasado más a los libros. Se trata, sobre todo, de una cuestión económica, porque es mucho más fácil tirar de imágenes de archivo que hacer un encargo a un ilustrador. Por eso, se utiliza menos en lo que es prensa, pero más en el sector editorial, especialmente en libros para adultos, cosa que antes no existía. Ha habido como una especie de trasvase.

 

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¿Dirías que la ilustración está bien valorada o que se considera un arte menor?

A mí me da igual el soporte. Una misma imagen me puede gustar mucho más en papel que en un lienzo. Yo creo que el arte es transmitir, sea como sea. Si una ilustración te llega, pues también se puede considerar como tal. Es cierto que ésta a veces se realiza con un editor detrás, que no eres del todo libre hasta cierto punto y que el formato te puede coartar, pero no por ello hay que menospreciar a la ilustración. Pero he de reconocer que no me preocupa si me consideran una artista o no. Yo soy ilustradora.

 

En la actualidad, ¿hablamos de un mercado saturado o con oportunidades?

Digamos que la crisis ha dado un gran zarpazo al mundo de la cultura en general y que en el mundo de la ilustración se ha notado mucho. Por ejemplo, se editan muchos libros en España, pero las ventas no van acordes a esa gran cantidad, así que es inevitable que haya menos oportunidades. Además, los precios ya no son los mismos que antes. En definitiva, hay menos trabajo y el sector está un poco damnificado, pero como tantos otros.

 

Recientemente, varios premios nacionales del ámbito de la cultura han renunciado al galardón como protesta por las actuales políticas. Tú recibiste el de ilustración en 2010. De ser ahora, ¿cómo reaccionarías?

Pues no lo sé. Muchas veces me lo he planteado. Mi primera reacción entonces fue enfadarme, porque era algo que no había buscado nunca ni que quería. Y, de repente, me encontré en el ojo del huracán, totalmente expuesta. Encima, estaba la paradoja de que recibía el premio nacional y, sin embargo, en España no se podían comprar mis libros. Pero no pude parar a pensármelo o no tuve capacidad de reacción. También era otro momento, todavía no habíamos llegado a los extremos de ahora, pero es cierto que tengo una relación de amor-odio con el premio nacional. Por un lado, sabes que hay gente a la que haces feliz y que lo va a disfrutar más que tú y, por otro, eres consciente de que eso tampoco te va a cambiar la vida, ni te va a dar oportunidades, ni te van a ofrecer otras cosas por ello. La verdad es que todo ha seguido igual para mí.

 

Para terminar, ¿qué proyectos tienes a la vista?

Ahora estoy acabando un libro para una editorial italiana y también estoy trabajando en otros proyectos propios, para los que siempre procuro guardarme algo de tiempo, porque son los que realmente me enriquecen para luego continuar.

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@LaBellver

El retrato de portada pertenece a la fotógrafa Laura M. Lombardia.

Lorena Padilla

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