The Hole propone un espectáculo que conjuga diálogo vital con el público, emociones eróticas de manual y otros monólogos de guardar desde una estética malabar, divertida y diferente que no deja indiferente a quien acude a su cita con el teatro con un prejuicio construido a partir de experiencias tradicionales. Su antónimo, en el agujero.
Al acceder a la sala algo indica que no asistes a unarepresentación de herencia tradicional, más bien inquieta abarcar numerososimpactos visuales que alteran el caminar o el saludo de la cara conocida que tesaluda. Se superponen los artistas que luego se subirán a las tablas con losespectadores que mastican aún en el hall de acceso el ruido del interior delteatro, al que accedes como boxeador que salta al ring o como novia camino delaltar.
Sensaciones enfrentadas hasta ocupar la localidadasignada, olor a humo artificial, aunque también a polvos de talco, perfume,maquillaje y a multitud aseada, lista para enfrentarse a la novedad con el queThe Hole se presenta en el Teatro Olympia de Valencia, dentro de su gira de másde dos años por la geografía española bajo el hashtag #thehole1. Hasta que unade las actrices da por comenzado el espectáculo con un baile sinuoso por elpasillo de central del patio de butacas acompasado por ritmos sugerentes que lainvitan a despojarse de su exiguo vestuario hasta caer irremediablemente enbrazos de uno de los espectadores Esto se anima.
The Hole rompe moldes, aunque los de la diversión.Dos horas (más 30 minutos de descanso) esperan al público, que cabecea por elcamino de la expectación sostenida bajo una especie permanente de “a ver quévan a hacer ahora” o “espero que no me toque a mí pasar la vergüenza de atenderlos requerimientos de interacción propuestos por los actores que bailan,saltan, tocan, miran, se desnudan, ríen, bailan o cantan a capella hasta llegar a desconcertar al más entusiasta de unalínea discursiva tradicional, la misma que apunta a una introducción, nudo ydesenlace.
Sobre las tablas, una maestra de ceremonias encarnadapor la Terremoto de Alcorcón da paso a número tras número de la forma másnatural; unas veces apostada en lo alto del auditorio; otras sobre el escenariodentro de una bañera, o encaramada a la primera fila del patio de butacas; y entodas pivotando por el principal protagonista de la función: su ratónCristóbal, que la tiene perdidamente enamorada.
Una historia de amor y de todos los agujeros por losque éste se desliza, auspiciada por grandes artistas, gimnastas y bailarinesque giran en torno a una boca de tamaño natural que manda sobre la escena. Eltiempo pasa rápido en manos de tamaña propuesta, pero la historia de la cosacultural tampoco incluirá entre sus hitos más significativos e imprescindiblesa The Hole. Irreverente, sí; entretenido, también. Pasen y vean, que la vidason dos días.
Fernando Ferrari, Ciclo 21