El teatro en versión micro

Esta semana en 360 Grados Press descubrimos que hay obras concebidas para menos metros, minutos y asistentes de los habituales en las tablas al uso. Sin embargo, ello no significa una merma en dicha rama del arte, ni mucho menos.

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Era noviembre de 2009 cuando las habitaciones de un antiguo prostíbulo ubicado en la madrileña Calle Ballesta se llenaron de cortas piezas teatrales, las cuales respondían a la temática ‘Por dinero’ y cuya entrada costaba unos pocos euros. La ocurrencia de esta particular propuesta interpretativa fue del director Miguel Alcantud, quien contó con la colaboración de más compañeros del sector para su puesta en marcha. En principio, estaba programada para dos semanas. “No invertimos nada en publicidad, pero tuvimos una gran repercusión en los medios y vimos que había gente interesada en ello, así que buscamos un espacio estable y justo un año más tarde estábamos funcionando. No teníamos un proyecto de negocio, sino que cada uno puso lo que pudo. A partir del tercer mes empezamos a ganar público“, prosigue Verónica Larios, actual gerente de Microteatro Madrid, que ahora se encuentra en la Calle Loreto y Chicote, en un bajo que antes había sido una carnicería.

 

Un crecimiento imparable

La intención inicial no era otra que dotar de movimiento cultural a dicho barrio. El lugar, además, condicionó que cada función sólo fuese apta para grupos reducidos. Y todo ello, finalmente, dio lugar a un formato que podría resumirse en “15 minutos para 15 personas en 15 metros cuadrados” y que ha terminado exportándose por todo el mundo, siendo Miami la segunda ciudad en contar con un microteatro en sus confines. El proceso de expansión ha sido similar en el ámbito nacional. El propio Miguel llevó la semilla a Valencia, es decir, a la tierra que le vio nacer. Asimismo, el guionista Daniel Corpas Hansen, que había escrito varias obras para microteatro desde 2012, importó el proyecto a Málaga, donde se había criado. Ambas sedes abrieron sus puertas en enero de 2014 y, visto el éxito cosechado por todas, Sevilla decidió sumarse el pasado 11 diciembre a esta red, la cual no sólo completa la oferta cultural de una zona, sino que aviva el gremio. “Han sido muchos los profesionales que han afirmado que hacía falta un lugar como este. La ciudad ya era muy activa culturalmente, pero esto es una oportunidad para que actores y directores no se queden quietos con los tiempos que corren“, declara Chema Rodríguez, administrador de la sala sevillana.

 

Ese punto de diferenciación

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En definitiva, siguiendo con las palabras de Chema, se trata de “experiencias intensas, breves y baratas” tanto para los intérpretes como para los asistentes. “Es un formato muy potente. Por un lado, tiene una gran proximidad con el público. Por otra parte, te da la oportunidad de mostrar tu trabajo como actor o compañía a un gran número de personas en poco tiempo, lo cual reporta una visibilidad y una recaudación. Y, sobre todo, permite hacer más de cien veces una pieza, por lo que se experimenta una evolución tremenda, encontrando más matices en los papeles. Además, es un teatro de inmersión en el que al espectador lo tienes dentro de la obra: lo puedes colocar en la escenografía, puede formar parte de manera activa, te puedes dirigir directamente a él en un momento dado… Eso es muy mágico y te permite investigar“, completa Joan Ruiz, su homólogo en el microteatro valenciano desde julio.

 

Cuestión de hábitos contemporáneos

Sin duda, la propuesta ha sido “un alivio para el bolsillo de los seguidores del teatro“, como reconoce Verónica. Sin embargo, todos los entrevistados coinciden en apuntar que la situación económica no ha sido tan decisiva como se podría pensar, sino que gran parte de la buena acogida radica en que microteatro responde a las necesidades de consumo actuales, es decir, flexibilidad, rapidez y variedad, sin que ello incurra en una pérdida de calidad. Asimismo, lejos de ser una competencia para el modelo tradicional de larga duración, ha resultado como un puente para el mismo. “Hemos abierto un nuevo escaparate para el público general y, lo más importante, estamos ayudando a que el ciudadano medio le pierda el miedo al teatro, que no el respeto. Hay espectadores que nos han confesado que nunca habían ido al teatro y que desde que vinieron a nuestro local han acudido a obras de gran formato, descubriendo que éste también es para ellos“, argumenta Nuria Cabello, la coordinadora general de la sede malagueña. Otra prueba de la buena influencia de este género en particular sobre las artes escénicas en general podría ser, también, que algunas propuestas ‘en corto’ se llegan a traducir en proyectos más ambiciosos, como fue el caso del actor Darío Frías con la película Esto no es una cita.

 

Una retroalimentación en todos los sentidos

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Pero las sinergias no acaban ahí, porque las propias obras han generado un flujo entre los microteatros, de manera que algunos textos nacidos en una ciudad son adoptados por otra o, incluso, hay equipos que se trasladan íntegramente para representarlas. En cualquier caso, todas las delegaciones se ayudan mutuamente con vistas a completar la programación mensual según materias – ‘Por pasión, ‘Por venganza’, ‘Por ellas’, ‘Por la música’, etcétera –, se respeta en la red desde sus inicios. Además, la propia oferta de los microteatros se ha ido diversificando con el tiempo: conciertos, recitales, presentaciones de libros, exposiciones, actividades para niños… La idea es que ninguna iniciativa cultural sea huérfana en términos de espacio, así como también que la gastronomía estreche su conexión con dicho medio, por lo que cada sede dispone de un bar con el que deleitar al paladar entre representación y representación. “Como decía Picasso, la inspiración llega trabajando y eso es lo que nos gustaría que le suceda a la gente gracias a haber pasado por aquí“, concluye Joan. Con todo, aunque el formato como tal no sea nuevo, el teatro en su versión micro ha logrado convertirse en una corriente gigante.


@LaBellver

Foto de la portada exterior cedida por Microteatre València.

S.C.

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