Volaron las ideas y dejaron un rastro de sombras masacradas. Se lanzaron flechas al corazón y las flechas no encontraron su camino. No hubo luz. Solo destellos del choque de sus espadas y un cruce de bilis nauseabundo. Hablaron en nombre de un pueblo que no existe, un pueblo que arde en las arenas infernales del desierto y clama por un poco de agua, un trabajo digno y un presente que nadie quiere escribir porque sangra.
Nada más inútil que una palabra arrojada al viento y el viento atrapa muchas palabras al cabo de una hora. Nada más hiriente que una verdad mutilada y hay verdades que caminan sin brazos y sin alma.
No existen las mentiras piadosas, ni las razones a medias, solo atardeceres cargados de hierro y palomas que duermen bajo el ala de ángeles de piedra.
Los hombres y mujeres que yo vi son buitres disfrazados de personas, que miran a la cámara y creen asomarse al balcón de tus creencias. Quieren curarte las heridas con una sonrisa fingida y una promesa de humo, pero hacen que las paredes quemen, las farolas no existan y los gatos maúllen.
En esta tierra de golpes de pecho y dictadores que no quieren morir, el dinero camina sobre los tejados y los bolsillos se cierran. No hay dos frases iguales como no son iguales la yegua y el tigre, la guitarra eléctrica y un acordeón. Es igual el sufrimiento de la gente que ve el mismo color cada día y descorchan su sangre cada cambio de ciclo.
En esta tierra de sotanas hipócritas y jueces con mazo, la calle sigue dormida sobre sábanas de plástico y los semáforos calientan sus luces con un encendedor; los celadores vigilan que en palacio no entren voces sin acreditar y que los disonantes sigan sin despertar el día. En esta tierra nadie levanta la mano sin enterrar al otro, aunque todos se conozcan y se fugue la sonrisa, pero la luna se apaga de un golpe y vuelan los mártires.
@Butacondelgarci