Chelsea Hotel, donde vivía el arte

Hace varias décadas, los mayores talentos de su tiempo se reunieron en un hotel de Nueva York donde convivieron, aprendieron y se veneraron los unos a los otros. La leyenda de los artistas míticos que residieron en el Chelsea Hotel atrajo a los que luego se convirtieron también en leyenda. Su lista de antiguos huéspedes es una enumeración de los iconos de una época. En aquel templo de la bohemia protagonizaron innumerables historias y él quedó inmortalizado en sus obras. Todos vivían y creaban en el Chelsea.

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El 1 de agosto de 2011, el nuevo jefe del Chelsea Hotel, Joseph Chetrit, canceló todas las reservas indefinidamente. Los trabajos de reforma comenzaron y la mayoría de los residentes que habían estado viviendo allí durante años decidieron marcharse. Ya no se rodaban películas,  no se componía ni se escribía. No como antes. Las paredes que se echaban abajo habían cobijado a muchos de los mayores artistas del siglo XX. Aquel edificio de ladrillos rojizos y cartel luminoso había sido el epicentro del arte neoyorkino.  Arthur Clarke, Allen Ginsberg, Simone de Beauvoir, Arthur Miller, Tenesse Williams, Jack Kerouac, Stanley Kubrick, Patti Smith, Oscar Wilde, Janis Joplin o Jimi Hendrix, todos residieron en el primer edificio histórico de Nueva York.

 

“Me encantaba aquel lugar, su elegancia decadente y la historia que tan posesivamente albergaba. Corrían rumores de que los baúles de Oscar Wilde languidecían en el sótano que se anegaba con frecuencia. Allí pasó sus últimas horas Dylan Thomas, sumergido en la poesía y el alcohol. Thomas Wolfe lidió con los centenares de páginas manuscritas de su You can’t Go Home Again. Bob Dylan compuso Sad-Eyed Lady of the Lowlands en nuestra planta y se decía que Edie Sedgwick, colocada de speed, había prendido fuego a su habitación mientras se pegaba sus tupidas pestañas falsas a la luz de una vela”, escribía Patti Smith en su autobiografía Éramos unos niños. La compositora y poetisa narraba su juventud en el mítico hotel junto al célebre fotógrafo Robert Mapplethorpe, que retrató a los habituales de la meca del arte neoyorkino de aquel momento. Cuando Stanley Bard estaba al frente de la dirección del Chelsea Hotel,  Smith y Mapplethorpe oyeron que se podía conseguir una habitación allí a cambio de arte. Bard les proporcionó, como a muchos otros, un refugio donde dedicarse a crear. Se alojaron en la habitacíon 1017, la más pequeña de todo el Chelsea.

 

Por aquel entonces, Andy Warhol tenía su fábrica plateada de estrellas, punto de encuentro de  muchos de los residentes del hotel. Junto a Paul Morrisey, decidió capturar toda aquella efervescencia artística en la película Chelsea Girls, su mayor aproximación al cine narrativo. Sus habitaciones y algunas de sus moradoras protagonizaron aquel filme voyeur, valioso testimonio de la contracultura neoyorkina.

 

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Sir Arthur C. Clarke escribió “2001: Una odisea en el espacio” mientras se alojaba en el hotel. Esta obra pasó a formar parte de la historia del cine gracias a Stanley Kubrick, que también estuvo viviendo en el Chelsea.  Era el lugar de las coincidencias, donde los genios podían encontrarse unos con otros. Leonard Cohen,  buscaba por los pasillos del hotel a Brigitte Bardot cuando se encontró con Janis Joplin en el ascensor, quien a su vez buscaba a Kris Kistofferson. Fue el comienzo de un affaire que tan solo duró una noche y que él inmortalizó en Chelsea Hotel No. 2. “Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel, ya eras famosa, tu corazón era una leyenda”, sigue cantando Cohen.

 

 Patti Smith narra en sus memorias: “Una tarde de llovizna, se me antojó uno de aquellos sándwiches de queso y lechuga. Rebusqué entre nuestras cosas y encontré cincuenta centavos justos, me puse la trinchera y el sombrero de Maiakovzki y fui al Automat. Cogí una bandeja e inserté las monedas, pero la trampilla no se abrió (…) estaba decepcionada, por no decir más, cuando oí una voz que decía: “¿Te ayudo?”. Me volví y era Allen Ginsberg. No nos conocíamos, pero era imposible no identificar el rostrode uno de los grandes poetas y activistas”.

 

El Chelsea alojó a los mayores iconos beat. No solo Ginsberg, sino también Jack Kerouac y William S. Burroughs, que escribió allí  El almuerzo desnudo. Los poetas Gregory Corso y Herbet Huncke también pasaron en el hotel sus últimos años.

 

Arthur Miller y Marilyn Monroe se divorciaron en 1961 y él se trasladó al hotel, donde vivió seis años. Fue allí donde escribió Después de la Caída, al poco de la muerte de Monroe. Retrató aquel lugar en su ensayo  The Chelsea Effect como “un sitio donde podías colocarte con el humo de la marihuana en los ascensores”.

 

Valerie Solanas, escritora feminista que apareció en algunas películas de Warhol,  disparó al artista pop en su Factory el 4 de junio de 1968. Horas antes había estado en el Chelsea Hotel. En el ensayo de Miller, el escritor contaba cómo Solanas frecuentaba sus pasillos y lobby acosando a Warhol y amenazando con disparar a los hombres porque el género masculino le había destrozado la vida. “Hablé muy seriamente con el señor Bard y con su hijo Stanley, que poco a poco se estaba haciendo con el negocio, pero desestimaron la idea de que pudiera hacer algo grave. Como fui aprendiendo poco a poco, simplemente no querían oír malas noticias de ninguna clase. Por supuesto, tan sólo dos días más tarde la chica disparó a Warhol”. A Valerie Solanas le diagnosticaron esquizofrenia y fue ingresada en un psiquiátrico. Warhol sobrevivió y quedó conmocionado.

 

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“Pero teniendo en cuenta todo lo que acontecía en el Chelsea, esto fue sólo un pequeño percance más en un día cualquiera”, escribió Miller. La historia de amor y muerte más punk de la música tuvo al Chelsea Hotel como escenario. El 11 de octubre de 1978, Sid Vicious, bajista de los Sex Pistols, despertó en la habitación 100 tras una noche de excesos y cuando fue al baño, su novia, la groupie Nancy Spungen, yacía muerta con una puñalada en el abdomen. Vicious no recordaba nada. Fue acusado de asesinato, aunque también se sospechó de un posible ajuste de cuentas. Nunca se ha sabido lo que pasó. Tras varios meses en prisión, Virgin Records pagó la fianza. Sid murió de sobredosis al poco tiempo, consumido por una fuerte depresión.

 

Al día siguiente, Warhol escribía en su diario: “La policía acaba de arrestar a Sid Vicious por apuñalar a su manager-novia de 20 años. Luego he visto en las noticias a Mr. Bard diciendo “oh sí, bebían mucho y venían tarde…” Dejan a todo el mundo entrar, ese hotel es peligroso, parece que alguien sea asesinado allí una vez a la semana”.

 

Si bien el ambiente decadente del Chelsea y sus muchas trifulcas le pasaron factura, en la memoria perduró como sinónimo de vanguardia y arte. “Este hotel no pertenece a América. No hay aspiradoras, normas ni vergüenza… es el punto más álgido de lo surreal”, escribió Arthur Miller.


@clarenamartinez

Patricia Moratalla

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