Han pasado la Semana Santa y la Pascua, aunque en el País Valenciano aún nos queda por completar el ciclo pascuero con la celebración de San Vicente Ferrer. Eso sí, no somos los únicos que alargan la fiesta una semana después de la Pascua. Algunas localidades extremeñas también festejan mucho el Domingo de Quasimodo, que es como se llama el primer domingo después de la Resurrección.
Lo de Quasimodo no tiene nada que ver con el héroe jorobado de la novela de Víctor Hugo, sino con el introito Quasi modo geniti infantes, que compara a los cristianos con los niños por la inocencia, digo-, dada la inexperiencia que tienen en esto de la redención, porque no les ha dado tiempo de asimilar que su líder vuelve a vivir después de estar tres días muerto. Y eso que el cristianismo está montado en torno a la resurrección y a la redención. En fin, no somos nadie y menos con la teología por el medio.
Esto de Quasimodo da mucho de sí en sentido figurado, porque en el fondo somos inocentes -conscientes e inconscientes- en grado sumo, siempre tomando la inocencia con toda su polisemia. Nuestros queridos políticos no pactantes o se pasan de listos o no llegan a ingenuos, visto que aquí nadie parece tomar la responsabilidad del encargo que les hizo la ciudadanía, el pueblo soberano, tras haber votado el 20 de diciembre. Se les dijo bien claro que se habían acabado las mayorías, que éramos diversos y diferentes, pero todos valiosos y respetables; que había, y hay, que pactar, y por ello había, y hay, que dialogar, que ceder unos y otros, y ser generosos. El resultado electoral significó el deseo de gobierno progresista de pactos por parte de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de este país. Pues nada. Aquí nadie parece enterarse, y eso que llevan ya tres meses cobrando el sueldo a costa del erario público. Mucho comunicarse con titulares de prensa, mucho descargarse los capítulos The Wire, pero la perdiz sigue mareada sin tomar Biodramina. Tal y como está el percal, hasta Judas se las habría visto y se las habría deseado para pactar lo de las treinta monedas de plata, y eso que era una cuestión de pasta.
Este año, tras las vacaciones de Pascua, han vuelto todos relajados. Intuyo que han hecho penitencia y están santificados, al menos han vuelto un poco con aquello del beatus ille. Y no lo digo solo porque a muchos se les haya visto presidiendo procesiones a la caza del voto cofrade. Aquí, cuando interesa, hasta el más pintado se las da de laico, ateo, agnóstico, librepensador y noséloquesoy, pero luego se pierde por presidir una procesión. Son pocos los que hacen caso de la coherencia ideológica, ni siquiera leyendo el Nuevo Testamento que ya hablaba de la separación de poderes con aquello de al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Más de un incoherente político progresista (que hay un ejército) ha justificado su presencia en las procesiones de Semana Santa en aras de la tradición, que la pobre es muy sufrida y engañosa. Lo cierto es que son muchos a los que les pone eso de hacer ostentación, manifestar que se es poder fáctico y ponerse el ego a punto de nieve cuando le miran, saludan, aplauden o les piden posar en un selfie. La carne es débil aunque se intente ir por la vida de Rosa de Luxemburgo. Ya se sabe que una cosa es ser y otra parecer, y aquí domina el parecer. Estos días la carne de algunos ha sido tan débil que han hecho cohorte los que no han dudado en ir a una procesión para someterse al poder la Iglesia. A este paso el concordato con la Santa Sede no se rescindirá ni en el año 2525, el mismo que cantaban aquellos hippies milenaristas de Zager & Evans. Pero volvamos al hilo.
Más allá de los globos sonda, aspiraciones reveladas desde el más allá por Jesús del Gran Poder o amenazas del más acá de Susana Díaz para disputarle el liderazgo a Pedro Sánchez, que entre unos y otros parece estar viviendo en un estado semanasantero permanente, la cosa ha ido relajada. Tan relajada, que vuelvo a insistir en que más de un político ha hecho estación de penitencia descalzo y con cadenas, y que por ello ha sido redimido por la cruz de carey de Nuestro Padre Jesús Nazareno, si no que se lo digan al alcalde de Cádiz.
¡Qué ganas de entenderse han traído todos los políticos tras las vacaciones de Semana Santa! Todos han vuelto a la actividad política dialogantes, generosos y con buenas intenciones. Todos menos Mariano Rajoy, que ya se sabe que es y está en otro mundo, sobre todo cuando su partido parece que vive metido en La mesa de los pecados capitales, tal y como la pintó El Bosco o su taller. Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Albert Rivera, Alberto Garzón y Pedro Sánchez parecen que quieren entenderse, o al menos hacer el esfuerzo de entenderse y no ir a nuevas elecciones. El tiempo se agota y los electos siguen sin cumplir el encargo del pueblo soberano. Seamos un poco Quasimodo, Quasi modo geniti infantes. Seamos inocentes y demos un voto de confianza, pero, eso sí, que vayan en serio y no nos traten de niños tontos. En esto de los niños tontos sigo a Ana María Matute cuando afirmaba que “la infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo, pero sin babosidades”.
332