Las redes sociales y las aplicaciones de móvil se han convertido en una cárcel para muchos jóvenes españoles, que ven refugiadas sus debilidades en la expresión de sus sentimientos a través de una pantalla, lejos de la interrelación natural y del cara a cara.
Álvaro tiene un día de esos que llamamos “tontorrón”: romanticismo a borbotones, ganas de mimos y la enorme necesidad de besar a su novia, Paula. Sentimientos azucarados que le transmite a través de WhatsApp. En cambio, la susodicha se ha levantado con el pie izquierdo. Entre otras cosas, se ha vertido el café sobre su blusa favorita, ha llegado tarde a uno de los exámenes más importantes del curso y encima le ha salido fatal. Por lo tanto, lo que menos le apetece es que su “babosa” pareja le venga con arrumacos. Y más si llegan a través de una aplicación de móvil. Ella es clara y se sincera con él cuando este le dice que le echa de menos. Le responde: “mira, yo a ti no”.
Una reacción clara y tajante con la que Álvaro seguramente se pase el resto del día comiéndose la cabeza: “¿qué le pasará?, ¿habré hecho algo malo?, ¡¿querrá abandonarme?!”. Elucubraciones cada vez más intensas que vienen acompañadas de revisiones a la pantalla del móvil cada dos minutos para comprobar si ella se ha vuelto a conectar; si su vigésimo quinto mensaje de disculpa por algo que no sabe si ha hecho tiene un check o dos, y (lo más importante) si se han teñido de azul y, por tanto, significa que ¡lo ha leído y no le ha respondido nada!
Neuras varias que Álvaro podría haber solucionado con una llamada o, incluso (decidme loco), presentándose en casa de ella para hablar cara a cara. Por su parte, Paula tenía ganas de soltarle una frase borde de ese tipo cuando él no entiende a través de la pantalla de su móvil que tiene un mal día y que necesita su espacio. Al menos, le ha dicho lo que pensaba, que no le echaba de menos, pero ¿se hubiera atrevido a hacer lo mismo con el chico frente a frente, con palabras conciliadoras y gestos de cariño que hubieran suavizado la situación y hubieran zanjado al instante la comezón del sufridor novio? Lo más seguro es que no.
Y ese es el problema de la gran mayoría de los jóvenes de los países desarrollados. Nativos digitales que están perdiendo sus herramientas de comunicación naturales al servicio de las tecnológicas. “El mensaje que transmitimos a una persona a través de los medios sociales no es puro: si te sinceras ante una persona sobre un tema conflictivo, la idea le va a llegar peor y se lo va a tomar mal; el hecho en sí no lleva voluntad, ya que es un refugio de la cobardía”, expresa el psicólogo Marc Masip.
Acto de temeridad que define a quienes hoy se interrelacionan a través de las nuevas tecnologías como método principal. Jóvenes inexpertos, inseguros, sin habilidades para actuar cara a cara. Un “futuro negro” el que les augura el psicólogo, en gran parte culpa de padres y profesores que les han permitido hacer un “mal uso de las reglas del juego” digital.
Para evitar este pronóstico tan negativo, Masip trabaja con su equipo de colegas y de asesores en materia psicosocial desde la iniciativa Desconect@ (@psicodesconecta), un programa que pretende ayudar a los jóvenes a utilizar de forma adecuada las herramientas tecnológicas a su alcance. Tratar de que tomen conciencia de sus ventajas, inconvenientes y riesgos a través de actividades grupales dinámicas y de la atención de sus preocupaciones reales, con lo que reencaminen sus relaciones con el móvil y con las redes sociales.
Una de sus acciones más interesantes, llevada a cabo junto a la empresa barcelonesa iBoo Mobile (@iBooMobile), ha sido el lanzamiento de FaceUp, una app que pretende hacer reflexionar al usuario sobre un uso absorbente del móvil a través de estadísticas del tiempo y modo de utilización del dispositivo y que plantea retos como no consultar el aparato durante las comidas o cuando se está en cama.
España, a la cabeza en adicción juvenil al móvil
Esta preocupación e intensa necesidad de reeducación viene acompañada de datos alarmantes como que en 2013, según un estudio de Desconect@ que será actualizado en septiembre del presente año, el 77% de los usuarios con Smartphone padecía nomofobia o miedo irracional a no estar totalmente disponible en el teléfono móvil, o que el 21,3% de los adolescentes españoles es adicto a la Red, 8,6 puntos por encima de la media europea.
Es algo ya habitual para todos ver a chicos y chicas jóvenes paseando por la calle “sin levantar la cabeza de la pantalla de su teléfono o ver enturbiadas las comidas con decenas de sonidos de alerta”, indica Masip, con lo que las relaciones interpersonales han pasado a un segundo plano. “Perdemos lo más bonito de la vida, el contacto humano, ya que un emoticono nunca podrá ser lo mismo que una carcajada que nos diferencia de los animales”. Además, a esta falta real de expresión de sentimientos, el creador de Desconect@ le suma peligros de poder escudarse tras una pantalla como el ciberbullying (acoso escolar a través de la Red) o el sexting (envío de contenidos eróticos o pornográficos por medio de teléfonos móviles).
Uso empresarial de Twitter
A pesar de todos los inconvenientes de verse dominados por las nuevas tecnologías, Masip también destaca la importancia de las redes sociales para las empresas, “si hacen un buen uso de ellas”, para captar clientes e interactuar con ellos de una forma distendida. Es el caso del hotel Sol Wave House, de la cadena Meliá, en Mallorca, que ofrece a sus huéspedes más jóvenes el servicio Tweet Experience, con el que pueden integrar las funciones de Twitter para conocer gente, hacer amigos y divertirse a través de la comunidad #SocialWave; alojarse en las #tweetpartysuite con atención del hotel a golpe de tuit, y diversas actividades de ocio (piscina de olas, solárium, actuaciones en directo y eventos deportivos) con esta red social como nexo de unión.
S.C.