Aulas participativas para niños que deciden

La necesidad de un cambio profundo y radical en el actual sistema educativo español y la pasividad de quienes gobiernan para llevarlo a cabo provoca que profesores y escuelas de mentalidad abierta hagan camino por su cuenta hacia el objetivo deseado y prueben con modelos del siglo XXI que simpatizan con aquellos del norte de Europa.

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En las últimas décadas se ha acuciado una agitada queja entre los diferentes actores que forman parte del sector educativo, desde madres, padres y alumnos hasta profesores y psicólogos: hace falta un cambio en el sistema educativo español. Los dirigentes se han ido pasando la patata caliente a medida que han ido subiendo o bajando del poder en un baile de acrónimos que de poco ha servido para acallar el desánimo popular: desde la LODE de 1985 y la LOGSE de 1990 hasta la LOCE de 2002, la LOE de 2006 y la actual LOMCE. Letras que se quitan y que se ponen como si de un juego de niños se tratara para acabar significando lo mismo. Que no se produce el deseado cambio.

 

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En muchos centros la imagen es la siguiente: niños que se aburren de escuchar largos monólogos explicativos por parte de sus profesores, al tiempo que estos se acostumbran a dar estas charlas desde la monotonía y el desapego hacia su profesión sin que nada les motive a ser más proactivos; jornadas lectivas que se alargan hasta casa a través de los deberes – España es el quinto país europeo que más pone, según la OCDE -, pero que no supone una mejora en los resultados académicos – de hecho, han empeorado -.

 

Pero en mitad de este paisaje desolador, están apareciendo “profetas” de la educación en nuestro país que han decidido tomarse de alguna manera la justicia por su mano en la lucha por ofrecer una mejor enseñanza a sus alumnos y que están demostrando que otra escuela es posible. Unos de manera individual como el profesor aragonés César Bona (@cccesssarrr), que se ha quedado a las puertas de convertirse en uno de los 10 mejores docentes del mundo como candidato – único español – al Global Teacher Prize.

 

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Cada día se las ingenia en el colegio Puerta de Sancho de Zaragoza para implicar a sus alumnos y fomentar el respecto, la empatía y el esfuerzo en un ambiente en el que la expresión oral y la imaginación de cara al aprendizaje son base y sustento de una clase en la que apenas se usan los libros. Un sistema que los padres y madres han acabado agradeciendo frente al rechazo inicial, ya que ven a sus hijos acudir a clase motivados y les encuentran en el hogar más autónomos, con mayor criterio propio y con herramientas para reaccionar ante las injusticias.

 

Otros de estos nuevos adalides de la enseñanza en España – y que van más allá – trabajan de manera conjunta como la fundación Jesuïtes Educació (@JesuitesEdu) que, a través de su proyecto Hortizó 2020, quieren lograr que en cinco años los ocho centros concertados que tienen repartidos entre Barcelona y Lérida sigan un innovador sistema educativo de carácter colaborativo que ya han implantado en tres de ellos para el presente curso escolar.

 

Pero ¿en qué consiste esta nueva escuela del siglo XXI? En una que ha escuchado la necesidad de “cambios profundos y radicales” que demanda la sociedad – se pidió la opinión de 13.000 alumnos y se recogieron 56.000 ideas – , en un modelo “agotado” y en crisis, como explica Pepe Menéndez (@PepeMe), director adjunto de Jesuïtes Educació.

 

Han transformado las aulas. Se han tirado paredes para conseguir espacios más diáfanos, con más luz y colorido que facilitan el trabajo en equipo. La forma de enseñar también ha cambiado, ya que el alumno pasa a ser el centro del modelo educativo, deja de estar en clase como oyente y empieza a crear. “Queremos que el estudiante sea el protagonista para que haya verdadero trabajo en grupo y cada uno descubra cuál es su plan de vida, qué quieren hacer en su futuro y enseñarles a reflexionar”, explica Menéndez.

 

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Para ello, en Jesuïtes Educació trabajan por proyectos y han abandonado las asignaturas con horarios rígidos: al inicio de la jornada los alumnos deciden los objetivos que creen que van a conseguir ese día con la iniciativa propuesta por el profesor y al final hacen valoración de cómo han trabajado y cómo se han sentido al respecto. Una forma de educar que parte de la esencia de la pedagogía ignaciana, la psicología del aprendizaje y la neurociencia y para la que han tomado como referencia otros centros de Barcelona y de Madrid y el estudio empírico de las escuelas finlandesas y danesas tras varias visitas allí.

 

“El profesor toma el papel de guía y son los jóvenes los que investigan, descubren y trabajan, sin jugarse el tanto por cien de la nota en el examen final, sino a través de la evaluación de las competencias en cada proyecto que realizan”, indica el director adjunto de Jesuïtes Educació. Una metodología que supone un “cambio de mentalidad y romper con la inercia” del tradicional sistema educativo.  “Ahora tenemos alumnos más activos, que trabajan cooperativamente, que desarrollan su inteligencia, que vienen contentos a clase y con un compromiso con el grupo”. De hecho, aun con el primer curso de pruebas sin finalizar, Menéndez avanza que el índice de conflicto ha disminuido “considerablemente”.

 

Métodos de trabajo y personas que, ya sea en conjunto o haciendo la “guerra” por su cuenta, se ponen por objetivo fletar a la sociedad del futuro con destino al cambio y a una vida en la que puedan tomar las riendas de sus propias decisiones de forma independiente y con la inteligencia y la predisposición al desarrollo por bandera.

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