Los bufones de Arenillas, naturaleza salvaje

Las previsiones meteorológicas habían anunciado la llegada de Ruth y Stephany, dos ciclogénesis explosivas que iban a atravesar la cornisa Cantábrica casi en fila india durante el segundo fin de semana de febrero. Antes, otros fenómenos atmosféricos de la misma naturaleza ya se habían encargado de dejar un rastro que se cobró varias víctimas mortales y daños millonarios en el litoral de Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco.

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Apoyado por la fuerza del viento, el Cantábrico estámás bravo que nunca. Olas gigantes revientan contra los acantilados y todoaquello que se les ponga por delante. La flota pesquera lleva días amarrada apuerto esperando que amaine este inicio de año en el que el invierno se estáexponiendo como hacía tiempo que no se recordaba. En Asturias hay rinconesdevastados, negocios arruinados y una sensación generalizada de que ya estábien de tanta crudeza. El lado amable se encuentra en las estampas que brindael mar.


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Los bufones de Arenillas, un paraje declaradoMonumento Natural, a escasos kilómetros de Llanes, en el oriente asturiano, endirección a Cantabria, rugen estos días escupiendo el mar como si se tratara deun volcán en erupción. Los bufones son grietas y chimeneas abiertas en la rocadel acantilado conectadas con simas marinas por las que las olas del marempujan con fuerza unos chorros de agua que pueden llegar a alcanzar variosmetros de altura.


La reciente apertura de un tramo de la A-8 los ha dejado unpoco más escondidos de la civilización. Si bien hay una pista desde el popularCasa Poli -uno de esos restaurantes que da fama a la gastronomía asturiana- loideal es dejar el coche en el pequeño aparcamiento que ofrece a sus clientes ycaminar durante poco más de veinte minutos. Antaño era un paseo delicioso. Hoylo sigue siendo pero interrumpido por una masa de asfalto por donde circulanvehículos a ciento veinte por hora que se salva por un puente donde ya hay unapintada reivindicando la señalización para que el conductor sepa que en lasalida de la autovía está Puertas de Vidiago, la aldea de poco más de veintecasas donde dar un gustazo a la vista y el paladar.


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En ese trayecto uno se ve rodeado por naturaleza.Fincas verdes, ahora más verdes que nunca por el riego de las incesanteslluvias, pobladas por animales. Una cerda de apenas cuatro meses campa a susanchas llevándose al hocico todo lo que encuentra. Más allá, un rebaño decabras que tiene por vecinos a una pareja de pavos y varios patos que van yvienen como si quisieran saludar al caminante. Siguiendo, una decena de burrospastando y, ya al fondo, asoma el Cantábrico y un estruendo que deja patenteque los bufones están a la vuelta del siguiente prado.


El paisaje es único, el espectáculo maravilloso. Aapenas unos metros de un escarpado acantilado, la roca horadada dispara como ungéiser agua salada. Son los bufones de Arenillas, naturaleza salvaje.


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