El arte y la creatividad pueden florecer en cualquier lugar, incluso en el más insospechado. El antiguo matadero de Madrid, situado en el distrito de Legazpi, se ha convertido en el nuevo símbolo cultural de la capital de España. El proyecto Matadero Madrid es un laboratorio único para la experimentación artística, una apuesta sin parangón por la creación y el arte compartido. 360gradospress se adentra en un espacio cultural que hace de la gratuidad uno de sus rasgos distintivos.
Lo primero que sorprende es el edificio y los carteles que, situados en el interior del recinto, le hacen a uno dudar sobre el lugar en el que ha entrado. Cámara de refrigeración, Nave de degüello, Depósito de agua
El antiguo matadero de Madrid, obra del arquitecto Luis Bellido que empezó a construirse en el verano de 1.911, sigue vivo dentro del actual centro
para la creación contemporánea. El edificio, uno de los establecimientos industriales más reconocidos de la arquitectura madrileña del siglo XX, estuvo en activo durante seis décadas hasta su clausura definitiva en 1.996. Un año después fue incluido en el Catálogo de Edificios Protegidos. Hubo que esperar hasta el comienzo del siglo XXI para que el Ayuntamiento de Madrid decidiese reconvertirlo en un gran laboratorio de creación actual y cultural. Nacía así Matadero Madrid.
Lo segundo que llama la atención son los rasgos distintivos que diferencian a Matadero Madrid de cualquier otro centro o museo anteriormente visitado. Estamos ante un laboratorio para la experimentación donde todas las formas de expresión artística tienen cabida. Un recinto abierto a la colaboración y la participación, un puente para el diálogo entre las artes. La gratuidad (excepto para eventos puntuales como la cineteca o las representaciones teatrales) acerca Matadero Madrid a todas las personas en una clara apuesta por la democratización del arte. Un arte que, a diferencia de a lo que estamos acostumbrados, se puede tocar en su inmensa mayoría. Palpar, sentir. Arte al alcance de la mano.
Lo tercero que abruma al visitante es la grandiosidad del recinto, la inmensidad del proyecto. 148.300 m2 que se van recuperando poco a poco convirtiendo a Matadero Madrid es uno de los espacios internacionales más destacados dedicados a la creación actual y contemporánea. Alrededor de 18.000 m2, un 30% del espacio objeto de intervención, ya están a disposición del público, que desde su inauguración en 2007 ha premiado la apuesta con más de un millón de visitas, haciendo realidad de esa forma uno de los principales objetivos del proyecto: Convertir a Matadero Madrid en una prolongación cultural del eje Recoletos-Prado, extendiendo la centralidad de la ciudad al entorno del Manzanares y de la plaza Legazpi.
Matadero Madrid invita a pasar el día en sus instalaciones. Incluso 24 horas parecen pocas para adentrarse en el universo de este proyecto colaborativo que, además, se ha convertido en un escenario ideal para la experimentación de la nueva arquitectura madrileña, añadida, flexible y reversible, cuyos trazos pueden apreciarse ya en algunas de las zonas rehabilitadas del edificio.
Desde la antigua cámara de refrigeración, ubicada junto al vestíbulo de entrada, y convertida en un espacio para la intervención artística, hasta las tres naves unidas entre sí que conforman uno de los pilares del proyecto, las Naves del Español, un gran centro escénico gestionado por el Teatro Español, pasando por la Nave 16, abierta en junio de 2011 y que con sus más de 4.000 m2 es el corazón de las artes visuales, uno puede hacerse una idea general de la inmensidad del proyecto.
Una grandiosidad que, de momento, porque Matadero Madrid es un proyecto vivo, abierto y cambiante, completan otros espacios como la Central del Diseño, un espacio dedicado exclusivamente a proyectos relacionados con el diseño gráfico, industrial y de interiores; la Cineteca, que en torno a la Sala Rafael Azcona, aspira a convertirse en la meca del cine documental en Madrid; La Casa del Lector, recientemente inaugurada, y que hace del libro y los lectores sus principales protagonistas; o el Avant Garden, más de 7.000 m2 de invernadero experimental, una rosaleda salvaje que ofrece actividades ecológicas y compartidas.
Lo último que sorprende de Matadero Madrid es ver como un proyecto se plasma y se hace real. Cientos de personas de todas las edades, desde niños a ancianos, pasean por sus instalaciones y se divierten con esta mezcla de artes que se presentan como algo mucho más cercano y terrenal, accesibles para cualquiera. La Calle y la Plaza Matadero, con sus cafeterías y sus terrazas al aire libre, aportan ese punto de encuentro y socialización. Zona para comentar, valorar y hacer un alto en el camino. Nunca la creación artística estuvo tan a nuestro alcance.
Fotos: @AdrianCordellat
Javier Montes