El mercadillo de las fronteras abiertas

360gradospress se da un paseo fuera de la temporada veraniega por el corazón de la expresión más hippie de Ibiza: Las Dalias. Conocemos cómo sobreviven sus puestos alejados del tumulto y nos adentramos de la mano de su fundador en la historia de un punto emblemático de la isla que ahora se exporta a Madrid, Barcelona, Amsterdam y Berlín.

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Huele a pachuli, a tela exótica, a madera roída por la humedad, a hierbas ibicencas, a tierra…  Entre el otoño y el invierno, Las Dalias abre sus puertas de forma distinta, lo hace para el lugareño y para los funcionarios que pueblan las ahora deshabitadas fincas de la isla, las mismas que en verano fluyen entre insomnio, fiesta y salitre.

“Calor, magia, libertad, estilo de vida, algo especial que no es fácil explicar con las palabras porque se hace con el corazón”. Pelush responde de esta manera a la pregunta de 360gradospress sobre cuál es el espíritu de Las Dalias. Es una de las hippies que vende su artesanía textil en el mercadillo. Llegó a la isla procedente de Italia hace 30 años. “vine para pasar una semana de vacaciones y me quedé”, comenta mientras nos enseña algunos de los vestidos coloristas de su puesto.

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El mercadillo se creó en 1985 como extensión de lo que comenzó el 4 de noviembre de 1954 siendo un bar al que los vecinos de Sant Carles de Peralta acudían tras la misa. Curiosidades que nos explica con la mirada perdida el fundador de Las Dalias, Joan Marí, quien a sus 83 años recuerda que donde hoy se asienta el complejo “antes había un campo de fútbol y en el bar se vendían pocas cosas en aquel tiempo. Yo iba hasta Ibiza (22,3 kilómetros) en bicicleta a hacer la compra”.

Pronto al bar se le añadió una sala de fiestas porque “por entonces te sacabas el permiso como te daba la gana”, afina Marí, y de ahí hasta 1985, año en que comenzó la presencia de los hippies en Las Dalias como punto de encuentro para la venta de sus productos artesanos. Con todo, ni el propio Joan pensó jamás que el mercadillo iba a tener tanto éxito: “Empezamos poco a poco y mira en lo que se ha convertido porque esto en verano es increíble, es una locura, los coches llegan hasta Santa Eulalia (7 kilómetros) todos los días de mercadillo”. Algo que reporta pingües beneficios a los payeses que han tenido la suerte de ser propietarios de alguno de los terrenos aledaños al complejo que se utilizan como aparcamiento. Quien quiere aparcar en estos lugares paga 5 euros por la estancia, lo que puede significar una recaudación los lunes y los sábados para el lugareño de incluso 6.000 euros. Lo curioso es que, según Joan Marí, alguno de los que se “llevan ahora un millón de pesetas de aparcamiento son los mismos que denunciaron hace mucho tiempo a la sala de fiestas por ruidos”.

Antes de despedirnos de Joan Marí nos subraya que está “muy orgulloso” de lo que ha creado y vaticina que Las Dalias “crecerá más porque Juanito (su hijo) está como una cabra y sabe hacerlo”.

Los hippies de gira
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Precisamente, hablamos con Juanito de las Dalias, como se conoce popularmente a Juan Fernando Marí, hijo del fundador (Joan) y dueño actual del complejo, sobre las ideas que ha puesto en práctica para cumplir con el vaticinio de expansión lanzado por su padre. En este sentido, nos recuerda que hace unos meses Las Dalias emprendió rumbo al Palacio de los Deportes de Madrid para vender por primera vez la artesanía de los hippies fuera de la isla. “Acabamos de cumplir 25 años y lo quisimos celebrar de una manera especial”, explica Juan Fernando Marí, quien anuncia que el siguiente paso es sacar Las Dalias más veces de Ibiza, por lo que en 2011 viajará de nuevo a Madrid, a Barcelona, a Amsterdam y a Berlín.

Espíritu ibicenco
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La exportación del concepto a esas grandes capitales parece no afectar al espíritu ibicenco al que apelaba antes la italiana Pelush. “Cuando fuimos a Madrid además de transportar la mercancía también nos llevamos el espíritu de Las Dalias. El Palacio de Deportes era algo tan gris… pero nos pusimos las pilas y lo convertimos en un paraíso guapísimo, como el de aquí”, explica Pelush. El mismo espíritu que se encuentra en la isla entre el otoño y el invierno, antes del mundanal ruido, y al que se refiere Juanito como “el de la Ibiza auténtica, el de la Ibiza hippy de verdad, el de la filosofía de vida de la gente de este mercado, alimentado por la música en directo”.

Paseando por Las Dalias
El tiempo pasa despacio dentro de Las Dalias. No hay prisa, no hay estrés, los hippies charlan amigablemente entre ellos en representación de una cortesía internacional forjada a partir de las relaciones de trueque establecidas en el inicio de este movimiento entre los payeses y los hippies que llegaron a la isla a poner en práctica su filosofía de vida. Los puestos comparten idiomas, los de la gente de la isla que tiene su puesto y los italianos, alemanes, holandeses o franceses que llegaron, como Pelush, para quedarse.

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En una de las terrazas, un grupo de música ameniza el ambiente mientras un corrillo improvisado de mujeres teje los vestidos y prendas que luego comercializan. De lejos, dos músicos de edad avanzada sintonizan sus instrumentos con la excusa de promocionar unos cedés caseros que han  preparado para que alguien se lleve sus ritmos. De cerca, otras notas, las de los timbales de un rastafari que vende instrumentos, el silencio de un puesto en el que alguien lee el destino en las manos, o la paz que reina en un rincón mágico de seres ibicencos inventados, como hadas y duendes, entre telas egipcias, vestidos adlib y útiles domésticos vintage.

Después de este paseo detenido en el tiempo, 360gradospress coge las bolsas y deja la paz encontrada como la encontró antes de montar el revuelo de quien es foráneo y llega para analizar la rutina de un lugar fronterizo entre otra época y la quietud de la isla en estos meses del año.

Óscar Delgado

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