Recorremos los nidos de ametralladoras y los búnkers que fueron campo de batalla durante la Guerra Civil
JAVIER MONTES, Asturias. Tan sorprendente como desconocido. A escasos kilómetros del centro de Oviedo, entre la espesa maleza que florece en las laderas del monte Naranco, se conservan vestigios de la Guerra Civil. Decenas de nidos de ametralladoras, búnkers con pasadizos subterráneos construidos con un hormigón donde se pueden leer inscripciones de los combatientes y trincheras dan fe de que hace ahora setenta años, allí se libró una batalla.
Están abandonados, olvidados entre la naturaleza “y es probable que estemos hablando de más medio millar de fortificaciones”, calcula Artemio Mortera, presidente de ARAMA, la asociación que acaba de fundar junto a unos amigos con el objetivo de realizar un censo de este patrimonio histórico que “podría explotarse como atractivo turístico”.
Las trincheras excavadas en diferentes zonas de Asturias hace ahora setenta y cuatro años son muy difíciles de localizar. En algunos casos la lluvia ha debilitado las paredes de tierra y es complicado identificarlas, en otros, están escondidas entre matorrales. “A veces los incendios arrasan zonas de maleza y aparecen nuevas trincheras”, explica el presidente de ARAMA.
El nacimiento de esta asociación es el primer paso para intentar frenar la desaparición de esta parte de la historia de Asturias. “Las nuevas urbanizaciones acaban con todo”, lamentan. Su idea es, con el paso del tiempo, poder hacer una labor divulgativa y enseñar las fortificaciones. “Ahora es imposible porque hay que acceder a algunas zonas insalubres”. ARAMA, las siglas de la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana 1936-1937, nació con el objetivo de poner en valor esta arquitectura.
La entidad, impulsada por el avilesino Enrique Menéndez, el mierense Artemio Mortera y los ovetenses Alberto Flórez y Ramón Duarte -entre los 26 y los 62 años de edad- se mueve especialmente los fines de semana. Es cuando suelen reunirse para buscar nuevas fortificaciones e ir catalogándolas. Ayudados por una linterna, en las paredes de los búnkers aún se pueden leer iniciales grabadas en 1937 por los combatientes del bando republicano. Es la huella que deja la guerra.
Pero hay más. En algunas de las casi cien fortificaciones militares que ya han sido localizadas en la región, integrantes de ARAMA han encontrado casquillos, restos de un obús, de granadas y una bayoneta. “El lado noroeste del monte Naranco es para hacer un parque temático”, señala Artemio Mortera.
Pero no todo es fácil. Obras como el desdoblamiento de la antigua carretera Oviedo-Gijón ponen en peligro la conservación de estos restos arquitectónicos que pueblan los alrededores de la capital. “Por eso es importante catalogarlos”, explican desde ARAMA. Ellos distinguen la zona de puertos, entre Asturias y León; la zona interior, desde la desembocadura del Nalón hasta Grado y los alrededores de Oviedo; y la zona de costa: Avilés y Gijón. Es allí donde se concentra esa faceta desconocida del paraíso natural que, en su día, fue territorio comanche.
Óscar Delgado