360gradospress visita una exposición que recupera la concepción menos consumista de la diversión infantil
F.C., Sagunto. Hubo un tiempo en el que los juguetes eran cosa de niños. Sí, de los niños que jugaban a construir castillos, a los puzles, a la peonza, a las canicas o a las tabas. También, hubo un tiempo en que los tebeos se convertían en almanaques de ilusión en las vísperas navideñas como mejor regalo de fieles lectores con los recursos justos para la diversión. Hubo un tiempo en que los Reyes Magos eran excusa para la creatividad y la sobriedad, aunque en esto de los juguetes siempre hubo clases. 360gradospress presencia la evolución del sector juguetero y de los condicionantes sociales que la soportaron entre 1900 y 1970 a través de la muestra La noche soñada. Juguetes de época, que acoge la sala Glorieta de Sagunto (Valencia) hasta el próximo 10 de diciembre.
Si los recuerdos tuvieran escapatoria, a buen seguro se convertirían en ambientadores de creatividad juguetera para la época que nos toca vivir. Así lo atestigua la evolución que encontramos en la muestra de juguetes de época que el Centro Cultural Bancaja ha abierto en Sagunto. Los que nacimos en los setenta, todavía estuvimos a tiempo de heredar de nuestros primos o hermanos mayores aquellos juguetes de lata; soldados, coches y huchas que, bajo una estética colorista, hoy vintage, nos ayudaban a convertir las tardes de tedio en aventuras compartidas. Soldaditos de plástico, cochecitos atascados por la gran ciudad del pasillo de casa, recortables con los que adecentar la presencia de papel de muñecas sonrientes y rosadas, almanaques de tiras infantiles aptas para todos los públicos, vaticinios de vida pre y posnavideña al albur de la imaginación hecha ilusión.
Porque los Reyes Magos, desde que comenzaron a dejar juguetes de forma oficial en el siglo XIX, siempre han cabalgado al ritmo de los tiempos. Y si hoy, dentro de un mes y medio, dejarán en los calcetines de los niños, mostrencos tecnológicos, hace unas décadas, cuando la bonanza no era tal y la mayoría de hogares en España vivía con lo justo, no les quedaba más remedio que tirar de lo artesano, de lo casero y de lo sobrio para divertir igualmente a los más pequeños.
Dar un paseo por las vitrinas de la sala Glorieta de Sagunto es un retroceso a aquel tiempo en el que un juguete era un tesoro, un tebeo otra forma de ver la realidad y una foto algo propio del entorno y de la modestia familiares. Por lo menos eso es lo que reflejan las paredes de la muestra, fotografías caseras en las que reina siempre una sonrisa, a pesar de la mayor o menor penuria de sus protagonistas. Y juegos reunidos, futbolistas a escala, títeres, puzles, mecanos, casas de muñecas o estampas de papel, fueron navegando desde principios del siglo XX hacia décadas de mayor bonanza, de los ye-yés y de los primeros aparatos electrónicos dirigidos a un pequeño sector pudiente de la población.
Pero, ¿qué más le da a un niño que quiere divertirse hacerlo con un trozo de papel o con un robó? Eso era antes, hoy que a nadie se le ocurra privarles de un coche teledirigido, la PSP o de un teléfono móvil 3G con cámara de 5 megapíxeles. Daría igual que les pusieran ante sí una de las advertencias patentadas que rescatamos de uno de los juguetes de la muestra: “Los juguetes figuran en este catálogo reducidos a mitad de su tamaño natural”, con tal de que estuvieran conectados mediante wi-fi o bluetooth con el de su vecino
Óscar Delgado