Relatando

Por David Barreiro, escritor y periodista

Hasta hace unos años, era muy difícil encontrar en el mercado español libros de relatos. Es evidente que los cuentos de Cortázar, Faulkner, Borges o Poe siempre han tenido un hueco en los anaqueles de las librerías, pero también que las editoriales han apostado por la novela como género preferido del lector patrio. ¿Razones? Principalmente porque para el lector que cada noche coge el libro de la mesilla antes de acostarse, es más sencillo continuar con la historia del día anterior que adentrarse en un nuevo universo en el que no conoce a nadie.

No era así en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, el relato fue el trampolín de autores de primera fila que, posteriormente, desarrollaron una exitosa carrera literaria. Autores como Francis Scott Fitzgerald, John Cheever o los más recientes Michael Chabon, David Foster Wallace, Lorrie Moore o Jonathan Safran Foer publicaron sus primeras short stories en prestigiosas revistas como New Yorker o Esquire.
El relato corto, el cuento, no debe ser considerado como un género menor en la literatura. Es evidente que se mueve en códigos diferentes a la novela, que la trama (historia, conflicto) tiene mayor relevancia que los personajes, pero esa es la razón de que haya escritores que cultiven el género con tal excelencia que hayan conseguido ocupar un lugar destacado en la historia de la literatura. ¿No es Los asesinos, de Ernest Hemingway, una de las mejores muestras del género negro que se han escrito?

En España, en mi opinión, el maestro absoluto del relato es Quim Monzó, aunque existen otros muchos autores que han dejado huella en el género como Eloy Tizón (qué maravilla su Velocidad de los jardines), Pedro Ugarte (cuánta verdad encierra su Mañana será otro día) o Jon Bilbao (Como una historia de terror es un exquisito ejemplo de manejo del tempo, el tono y la trama).

Adéntrense en el mundo del relato, no se arrepentirán.

Javier Montes

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