Yates

Por David Barreiro, escritor y periodista

No, no voy a hablarles de embarcaciones de gala o de recreo.
Voy a hablarles de Yates, Richard Yates (Yonkers, Nueva York, 1926 – Birmingham, Alabama, 1992), el gran escritor norteamericano.
Uno no sabe muy bien las razones por las que unos autores alcanzan la fama inmediata y otros pasan desapercibidos y terminan la vida agarrados a la barra de un bar mientras sus libros se consumen en polvorientos anaqueles. No es el caso de Yates, pero sí es cierto que nunca alcanzó el reconocimiento de algunos de sus coetáneos de la literatura anglosajona (Hemingway, Salinger, Cheever) y mucho menos en nuestro país, en el que sus libros apenas se han publicado.

Ha tenido que ser Hollywood en este annus mirabilis y uno de sus más destacados creadores, San Mendes, el que nos pusiera delante de los ojos Revolutionary Road, película basada en la obra cumbre del escritor neoyorquino. Vía revolucionaria (el título de la novela sí se ha traducido) es uno de esos libros que no se pueden olvidar, que ya desde la primera página, desde las primeras líneas, uno sabe que se encuentra ante una obra maestra en la que la barrera entre los personajes y el lector desaparece. La historia de los Wheeler, un matrimonio que intenta sobrevivir a sus miserias cotidianas en las afueras de Nueva York a mitad del siglo pasado, no la ves desde la distancia, sino que te sientas en su sala de estar, pisas el césped de su jardín, recibes la visita de sus vecinos. Si lees en la cama, en silencio, puedes escuchar la respiración asfixiada de April, el tintineo de los hielos en el vaso de Frank, el murmullo de la rutina en el edificio Knox.

Vía revolucionaria es uno de esos libros que nunca terminas de leer, a los que siempre regresas porque cada línea dice algo de ti mismo, de los que te rodean, de los que nunca conocerás.

Pero hay vida más allá de Vía revolucionaria y les invito que la descubran. El resto de la obra de Yates ahonda en ese imaginario conformado por la dulce melodía del fracaso, la abdicación leve pero pertinaz de cada día, la hondura mágica que solo han conseguido unos pocos escritores a lo largo de la historia de la literatura.
Richard Yates es uno de ellos.

F.C.

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