El clasicismo del solista

Enrique Bunbury cerró la versión española del Hellville Tour en Valencia, donde un año antes lo hicieron Héroes del Silencio

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ÓSCAR DELGADO, Valencia. La diferencia entre un cantante solista que despega su carrera en solitario sin pensar en retroceder sus pasos para seguir con su grupo de toda la vida y el que hace pinitos puntuales para medir su popularidad en público es como sacar al estrado a Enrique Bunbury y a Dave Gahan y compararlos. Son odiosas las comparaciones, pero no se trata de escoger, sino de ejemplificar el sentido de ambas carreras en relación con el espectáculo que ponen sobre la mesa ante sus seguidores. Del segundo no podemos hablar ahora porque no quiso emprender una gira con la segunda propuesta en solitario que lanzó al mercado, Hourglass, hace aproximadamente un año, pero de Bunbury sí, después de haber asistido al último de los conciertos españoles del Hellville Tour, celebrado en Valencia el pasado viernes 12 de diciembre. Aunque del líder de Depeche Mode conocemos la versión live anterior como solista, la del álbum Paper Monsters (2003), cuando para mantener la vida en sus conciertos no le quedó más remedio que tirar de clásicos de su banda, tales como Behind the wheel o Never let me down again.

Bunbury no, Bunbury no se permite la licencia de recordar más allá de lo necesario a los Héroes del Silencio, jamás se le ocurriría rescatar los temas míticos de su etapa anterior más allá de imperativos comerciales como los que le condujeron a pisar de nuevo el escenario en 2007 con Valdivia, Cardiel y Andreu. Aún así, en las transiciones encaminadas a resucitar al público siempre tiró de clásicos de su carrera como solista, pero clásicos al fin y al cabo, procedentes de su hasta la fecha propuesta más exitosa, ‘Pequeño’ (1999). ‘El extranjero’, ‘Robinson’ o ‘De mayor’ ayudaron a Bunbury a sacar músculo musical en una caja de resonancia de limitadas garantías como el pabellón de la Fuente de San Luis, ganado de inicio a golpe de remembranzas de nostalgia fallera, a caballo entre el recuerdo de aquel 27 de octubre que congregó a 80.000 almas en Cheste para decir un adiós ¿definitivo? a Héroes y la noche de salón y de cortinajes que preparó esta vez a muy pocos kilómetros de allí. Y lo hizo dirigiéndose a “los hermanos y hermanas valencianas” y preguntándose por “las extrañas circunstancias que nos hacen cerrar las giras aquí en Valencia. Es un día muy especial para nosotros, llevamos unos cuantos conciertos por este extraño lugar llamado España y es nuestro último show. Queremos que sea una fiesta”.

Una fiesta de hora y media larga de luces rojas, olor a pachuli y soniquetes agradecidos entre música de salón, rock y folk en tres transiciones diferenciadas separadoras de ratos de armonía y de guitarraeo que sirvieron, además de para poner un punto y seguido a su Hellville de Luxe Tour, para que una versión de sus fieles se creyera que todavía existe el Enrique Bunbury de Héroes y para que otra legión confiara en convertir en clásico su cara solista con la ansiedad de volver a verle pronto.

Alberto Tallón

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