¿Te imaginas ir caminando por el bosque y, de repente, encontrar un gigante? De madera reciclada, eso sí. Este ha sido el último proyecto del artista danés Thomas Dambo, quien, a través de materiales reutilizados, ha escondido seis enormes esculturas en un bosque cercano a Copenhague y a los que se llega con un mapa del tesoro. Su gran pasión, el street art, ha sido desarrollada en ciudades de todo el mundo con iniciativas tan originales como la Happy City Birds. “Mucha gente no entiende los grafiti, pero alguien como mi abuela sí que sabe el propósito de una casa para pájaros”, comenta para explicar el motivo de esta idea. Desde 360 Grados Press hemos hablado con Dambo para que nos cuente esta visión tan original de trabajar obras de arte para su exposición en lugares públicos.
¿Cómo empezaste a crear tus obras, esculturas y todo aquello que imaginas?
Prácticamente, desde que tengo uso de razón, he estado realizando cosas creativas. Cuando era un niño hice varias casas en los árboles y, más tarde, rampas para practicar skate board, muebles para mi habitación de adolescente, grafitis, street art, etc. Luego, me convertí en profesional del ‘beatboxing‘ y empecé a hacer rap, con más de 500 conciertos y 10 álbumes editados. Fue entonces cuando me aceptaron en la Escuela de Diseño de Dinamarca y empecé a estudiar diseño gráfico e interactivo mientras hacía vídeos musicales y escribía sobre marketing viral. Al mismo tiempo puse en marcha varios proyectos de street art, a lo que acabé dedicándome de lleno seis años después. Hoy en día tengo a cinco personas trabajando conmigo en un enorme taller de 700 m2, lleno desde el suelo y hasta el techo de materiales reciclados, pues trabajamos con madera, plástico y metal, todo ello, reciclado. También cuento con un pequeño taller o escuela donde diferentes grupos de personas construyen, juegan o realizan prototipos con todas las cosas recicladas.
¿Cuál es tu mayor fuente de inspiración?
Lo que realmente me inspira es el lugar en el que voy a trabajar y los materiales que voy a utilizar. Si, por ejemplo, encuentro muchas ramas de madera oscuras en ese sitio, puedo fabricar una escultura con piel de color marrón oscuro; si hay grandes ramas retorcidas, podría añadir en la cabeza de la escultura un pelo más rizado. Es decir, intento que las esculturas parezcan vivas haciéndolas parte del ambiente que las rodea: se agarran a los grandes árboles, inclinan su espalda en la colina o se sientan en el suelo. Si la tengo que fabricar a gran distancia de mi taller, normalmente preparo allí algunas de las partes que requieren mayor detalle, como las manos y el rostro, y luego las llevo y las monto en el lugar donde estarán. Para ello, cuento con un grupo de personas que me ayuda con los palets o limpiando viejas tablas de manera con clavos y tornillos.
Una de tus obras más conocidas son los gigantes escondidas en los bosques de Copenhague, ¿son lugares que visitaste de pequeño?
No crecí en Copenhague, lo hice en Odense, pero siempre iba con mi bicicleta para investigar la ciudad y encontrar los sitios más bonitos. Creo que mucha gente ha olvidado ser curioso y explorar los lugares en los que viven, pues creen que basta con viajar en avión ocho horas para encontrar una experiencia nueva. Pero seguro que no saben lo que hay tomando la carretera que tienes al lado de casa. Siempre he sido un explorador: de lugares para las obras de arte, para encontrar materiales reciclados o, tan solo, sitios para relajarme con mis amigos. De hecho, coloco las esculturas en lugares que la gente no conoce y, por tanto, no visita, para forzarla a salir de su zona de confort. De esta manera, se esfuerzan por encontrarlas, proporcionándoles una experiencia mucho más enriquecedora que si la obra se encontrara en mitad de una plaza, donde apenas darían una mirada rápida para continuar la marcha. Quise que las esculturas de los gigantes se encontraran como si fuera una búsqueda del tesoro para hubiera algo de aventura y, también, para añadir una parte de juego que creo que es ideal si se va con los niños.
– Con esta clase de proyectos, ¿tratas de reivindicar el arte fabricado a partir de materiales reciclados?
Solo trabajo con este tipo de materiales y lo he hecho desde que construí mi primera casa en el árbol cuando aún era un niño. Realmente, debemos cuidar nuestro planeta, y reciclar ayuda en buena parte a ello. Por eso, es una forma de reivindicación, pues pongo el foco en proyectos grandes, positivos, divertidos e interactivos para mostrar a la gente que el reciclaje puede ser mucho más que basura.
Las casas para pájaros están muy presentes en tu street art, ¿a qué se debe?
He hecho cientos de casas de pájaros dentro de los proyectos de street art, así como la llamada Happy City Birds. Con este proyecto quería transmitir una manera positiva de ver el grafiti. No todo el mundo los entiende, pero incluso mi abuela sabe cuál es el propósito de una casa para los pájaros. Desde 2006, he fabricado y acondicionado por todo el mundo más de 3.500 de estas casitas con diferentes formas y colores y siempre con materiales reciclados
Otro de tus proyectos, Happy Wall, consiste en trasmitir esa felicidad en las ciudades, ¿crees que hace mucha falta en las grandes urbes?
Creo que es una vergüenza que muchas de nuestras ciudades se hayan convertido en grandes centros comerciales, ya que tratan de vendernos cosas que realmente no necesitamos. Sería genial vivir en una ciudad decorada por las propias personas que vivan en ella. Esta es la esencia del proyecto Happy Wall, que puse en marcha para dar a la gente a gran escala esa libertad creativa y de expresión. Por eso, creo que cada ciudad merece tener unas instalaciones para desarrollar esas “paredes felices”.
De todos los trabajos que has realizado, ¿te quedas con alguno?
La verdad es que estoy muy contengo con el proyecto que hice sobre casas de pájaros camufladas en los alrededores Copenhague. Fue muy divertido y me gustó mucho conocer a las personas que me permitieron poner una casa para pájaros en su propio hogar.
¿Cuál es tu próximo reto?
Ahora estoy trabajando en dos esculturas que tienen en cada extremo un slackline que las une para que la gente haga equilibrios. De hecho, esto es también una parte importante en mis obras: ofrecer al arte una función concreta. Unas mantienen un columpio, otras son un puente o un refugio, algunas se han convertido en una especie de hotel en el que hay escondidas casas para pájaros en el interior. Me encanta cuando la gente vive mi arte y puede tocarlo o jugar con él.
Patricia Moratalla