La vida en un segundo

La vida no vale nada, quizás algo de eso debieron pensar en Minami Sanriku, un pueblo de más de diecisiete mil habitantes, en la costa noroeste del Japón, que fue borrado de la faz de la tierra por el Tsunami. La vida es un segundo pienso yo. Un segundo sirve para morir. Y también para vivir.

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Seguramente, el cartero de Minami Sanriku se despertó aquella mañana con los deberes bien aprendidos en su cabeza, tomó el té con galletas y se despidió de su mujer y sus hijas con un beso y una sonrisa. Posiblemente, su mujer tendría en su cabeza enamorada cocinarle una buena merluza de pincho con patatas recién recogidas del huerto de su madre. Y la hija primogénita, de diez años, a punto estuvo de destripar la sorpresa que le tenía preparada para el día del padre: un precioso retrato de ella misma, con su mejor vestido, y de su perro Milú. La otra, más pequeña todavía, bastante tenía con pelearse con el enorme tazón de cereales que todavía le quedaba.

 

El cartero de Minami Sanriku se despidió de sus seres más queridos con su mejor sonrisa. Su mujer se la devolvió y le envío, adjunto, un beso rodeado de ternura y una flor; ambos quedaron prendidos en algún lugar del corazón del buen cartero.

 

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En el camino, el cartero saludó al frutero de Minami Sanriku, al pescadero, al jefe de la policía, al transportista del pueblo vecino, que como siempre llegaba con diez minutos de retraso y un ramillete de excusas colgado en la frente. En Minami Sanriku hacía ya tiempo que la campana del templo principal llamaba a orar a los fieles. Pero el cartero estuvo siempre en paz con Buda, aunque ese día sin saber por qué miró al cielo.

 

En un segundo, la tierra se abrió con hambre y el cartero de Minami Sanriku se agarró a la mesa con desesperación. En un segundo pasó por su cabeza el rostro dulce de su mujer, el beso risueño de su hija mayor y el enfado intrascendente de la más pequeña. Al siguiente segundo, la voracidad negra de las olas cortó de raíz sus pensamientos: pensó por él y por todo el pueblo de Minami Sanriku. La vida en un segundo.


@elplumilla

Javier Montes

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