Cuando plegar un papel esconde algo más

Esta semana en 360 Grados Press hemos doblado una hoja, le hemos dado forma de avión y la hemos lanzado al viento, el cual ha soplado hasta llevarnos a descubrir que esta acción puede ser la puerta de entrada a un desconocido mundo creativo.

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Cuenta que hubo un momento en su vida en que llegó a sentirse como “un ser de papel“, por lo que decidió retomar esa actividad en la que se inició siendo niña de la mano de su padre. Ella lo resume en tres razones. “Primero, la necesidad de comunicarme con una lengua tan rica y precisa como un idioma, pero silenciosa y no verbal; segundo, la necesidad de hacer que este material ‘hablara’, que se hiciera real en forma de objetos con una existencia propia en este mundo y no como mero soporte de otros lenguajes; y, en tercer lugar, la necesidad de un posicionamiento radical y político fuera del sistema del arte convencional en general y del arte contemporáneo en particular mediante un elemento humilde que requiere habilidades artesanas y, por tanto, que permite una mayor libertad creativa y expresiva“, argumenta. En resumidas cuentas, así es cómo Origlam dio sus primeros pasos en firme en esa disciplina a la que no sólo debe su nombre y a la que se dedica profesionalmente, sino que también le sirve como filosofía de vida.

 

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de…?

Papiroflexia es el término en español, mientras que Origami es el internacional. Su origen es japonés: viene de ‘orus’, plegar, y de ‘kamis’, papel“, aclara Jorge Pardo, el director de la Escuela Museo Origami de Zaragoza (EMOZ). No obstante, esto apenas es una introducción al concepto total. “Desde un punto de vista formal, podríamos definir la papiroflexia como el plegado de papel sin usar tijeras ni pegamento para obtener figuras de formas variadas, muchas de las cuales podrían considerarse esculturas. Se puede utilizar cualquier formato, pero la ortodoxia dice que lo correcto es partir de un papel cuadrado“, completa Isidoro González, el presidente de la Asociación Española de Papiroflexia (AEP). Y la explicación sigue desdoblándose en técnicas: la tradicional (de figuras sencillas), la hiperrealista, la escultórica (con papel humedecido para poder realizar pliegues curvos), la orgánica (que se logra arrugando el material), la modular (ensamblando piezas), la geométrica…

 

Desde el corto hasta el largo alcance

Con todo, la papiroflexia se plantea inicialmente como una actividad de bajo coste en lo que a su material de base se refiere, así como inteligible. “El maestro japonés Akira Yoshizawa creó un sistema de símbolos internacional que la hacen accesible a todo tipo de personas, sin tener en cuenta su idioma“, puntualiza Lourdes Esteban, la presidenta de Amics de la Papiroflèxia. De esta manera, el Origami comprende desde una pajarita de papel hasta un kusudama. Porque, fiel a la norma básica de ‘sin cortar ni pegar, sólo plegar’, el nivel de esta disciplina no tiene límites, llegando a igualarse a la pintura según de qué profesionales se trate. “Hay que distinguir entre creadores, que son quienes componen como una nueva sinfonía en la partitura, y los plegadores, que son quienes la interpretan. Cuando una misma persona domina ambas funciones solemos hablar de un genio, el cual es capaz de crear piezas únicas, del tipo de las que exponemos. Aquí hablamos de un arte en mayúsculas“, manifiesta el director de EMOZ.

 

Justamente, dicha entidad es uno de los mejores guardianes de ámbito mundial de la papiroflexia en su máxima expresión, como también la más antigua. Concretamente, desde la posguerra española, cuando un grupo de intelectuales se reunía en los bares de Zaragoza a debatir sobre temas diversos, entre los que se infiltró, curiosamente, la papiroflexia. De este modo, aunque ha flirteado con la extinción, la tradición ha logrado mantenerse viva en la zona en forma de asociación, convirtiéndose hace pocos años en una escuela-museo gracias al esfuerzo de unos aficionados, quienes han creado un fondo a base de cesiones de artistas y han consolidado un programa de muestras a renovar cada tres meses, aproximadamente. Siguiendo con las palabras de Jorge Pardo: “La gente que viene por primera vez no sabe realmente qué se va a encontrar, porque la papiroflexia moderna es mucho más que lo que comúnmente se cree“.

 

No sólo de atesorar vive el Origami

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Tanto las instituciones como los profesionales de esta materia trabajan por ponerla en valor, para lo cual nada mejor que la divulgación. Por ejemplo, la AEP, que ya cuenta con unos 400 socios, edita cinco boletines anuales al respecto y ofrece un servicio de distribución de materiales y otro de biblioteca con más de 700 ejemplares. “También celebramos una convención internacional con creadores de prestigio mundial a la que acuden aficionados nacionales y extranjeros. Todo ello responde a nuestra principal razón de ser: hacer que la papiroflexia llegue al mayor número de personas posibles para que disfruten tanto como nosotros lo hacemos“, declara Isidoro González. A ello se suman, además, las iniciativas de carácter local, como es el caso de Amics de la Papiroflèxia, que se coordina con otras asociaciones para organizar exposiciones y talleres dirigidos a todas las edades. “Nos divertimos a la vez que conseguimos que más gente entienda que esto va más allá del gorro y del barquito de papel“, comenta su presidenta.

 

Más formas, pero también más fondo

Aparte de su vertiente lúdica y artística, el Origami reporta una serie de beneficios para las personas que lo practican. En palabras de Origlam: “Foco, centro, estabilidad; capacidad de concentración; calma o serenidad mediante la repetición; aumento de la tolerancia a la frustración; desarrollo de la dexteridad, de la orientación espacial y de la motricidad fina; mejora de la autoestima; aumento de las capacidades cognitivas, perceptivas y emotivas para la resolución de problemas…“. Tanto es así que, incluso, se emplea en terapias para tratar trastornos o protagoniza proyectos de investigación como Neurorigami, dedicado a la estimulación cerebral y desarrollado por socios de la AEP. “Los ámbitos en los que se puede desarrollar esta disciplina son muy amplios y siempre hay alguien que descubre una nueva aplicación. Por ejemplo, en ingeniería se han creado paneles solares para satélites basados en el Origami“, ilustra Lourdes Esteban. “En medicina, los ‘stent’ que se utilizan para expandir los vasos sanguíneos están basados en plegados papirofléxicos“, añade Isidoro González.

 

Un campo vasto e inexplorado

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Los entrevistados no sólo coinciden en las ventajas de la papiroflexia, sino en la forma de iniciarse en ella: progresivamente. “Es complicado empezar desde cero, porque apetece hacer figuras más chulas, pero hay que ir poco a poco. Al principio no tienen que ser muy complicadas, porque muchas personas se echan para atrás al no conseguir hacerlo bien de primeras“, afirma Jorge Pardo. Sólo entonces se conoce el Origami correctamente, pudiendo decidir si llegar hasta el mismo punto que Origlam, quien anda un trecho por delante de la media. “Ahora mismo en mi laboratorio de innovación I+Papel estamos trabajando con comunidades para promover el cine de animación en papel, también en la inscripción de circuitos electrónicos sobre papel o en el desarrollo de instrumental científico asequible de papel, como estereoscopios o microscopios“, expone ella misma. Paralelamente, esta artista también responde a los encargos que recibe de parte del sector de la publicidad, la moda y la decoración. En definitiva, se trata de una trayectoria que prueba que la papiroflexia puede devenir en un arte tan versátil como quiera quien pliega el papel.


@LaBellver

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