Los (casi) desaparecidos de La Rioja y Soria

La Rioja y la provincia de Soria son las dos áreas más castigadas por la despoblación en nuestro país. Entre las dos reúnen a los siete municipios más pequeños a nivel nacional, con menos de 10 habitantes censados en cada uno.

[Img #25995]
Por la falta de oportunidades laborales y la concentración masiva en las ciudades y sus áreas metropolitanas, cada vez contamos en nuestro país con más pueblos pequeños con menos de 50 habitantes, que rozan la ‘extinción’ a pesar de que sus pocos habitantes, la mayoría jubilados, se aferran a sus calles y edificios con el objetivo de que no suceda.

 

Los hay ya tan ínfimos en extensión y población que cuentan con menos de 10 personas en su censo. Siete de ellos se encuentran en dos de las localizaciones más castigadas por la despoblación: La Rioja y Soria. Entre todas ellas no llegan a los 60 habitantes y la mayoría hace ya bastantes años que sumó fuerzas con otras localidades como pedanías para tener ayuntamiento y recursos públicos necesarios.

 

El más minúsculo de todos ellos (y de toda España, junto con Jaramillo Quemado, en Burgos) es Villarroya, localidad en la que tan solo viven cinco personas y que cuenta con un curioso récord nacional: ha sido en los últimos años la primera en cerrar su mesa electoral durante las elecciones políticas, batiendo sus propios récords y pasando de los 10 minutos a los 60 segundos.

 

Como sucedió con la mayoría de pueblos, Villaroya sufrió a principios del siglo XX una fuerte emigración a América por la falta de oportunidades en el campo. A pesar de ello, su población se mantuvo en 300 personas, gracias al trabajo en las minas de carbón, pero con el cierre de estas explotaciones en la década de los 60, se fue menguando hasta la actualidad.

 

Por su parte, Valdemadera, también en La Rioja, solo supera a la anterior en dos habitantes. Lo bueno de este vacío y de su mínima evolución tecnológica es la posibilidad de disfrutar de rutas por sus alrededores, de escuchar los sonidos de la naturaleza y de la tranquilidad del paraje. Destaca por sus dos principales edificaciones: la Iglesia de la Concepción y la Ermita de San Pelayo.

 

[Img #25996]
5 pueblos sorianos con menos de 10 habitantes

Soria es la provincia más nutrida (paradójicamente) de pueblos casi deshabitados. Valdelinares es uno de ellos que, lejos de parecerse a la estación de esquí turolense, se aproxima más a un lugar fantasma. Sus cinco casas y sus calles vacías son coronadas por el único hotel (homónimo) de esta localidad perteneciente al municipio de Valdemaluque. Su dueña, Ana, que es la más joven del lugar a sus 50 años, cuenta que en Navidad se reúnen los habitantes de sus cinco pedanías para celebrar una comida casi familiar con menos de 100 personas. El establecimiento disfruta de éxito en la zona como lugar de paso para los turistas que buscan la aventura en el Parque Natural del Cañón del Río Lobos.

 

Por su parte, Villanueva de Gormaz, con ocho habitantes, se asoma a la llanura desde la cima de una pequeña loma con su Iglesia de San Pedro, un sencillo ejemplar del románico rural. Como pueblo vinícola que fue, hoy se reúnen amigos en sus múltiples bodegas excavadas, donde todavía se recuerda una costumbre ya perdida en el tiempo: la celebración de Las Tinieblas en la que, mientras el cura y el sacristán cantaban el Miserere en latín, un monaguillo iba apagando doce velas colocadas cerca del altar y, con la oscuridad total, hacían sonar carracas, matracas, palos y pataleos.

 

Los tres municipios que cierran la lista de deshabitados son Herrera de Soria (10 habitantes), que disfruta de una vegetación compuesta de pinos, robles y enebros y de una fauna de corzos, jabalíes, ardillas, buitres leonados y lagartijas roqueras, propios del Cañón del Río Lobos, donde se enclava; Estepa de San Juan (ocho habitantes), que destaca por sus numerosas fuentes naturales provenientes de los ríos Sotillo y La Vega y por su vegetación (acebos, robles, malvas y tomillos), y Quiñonería (8 habitantes), que vio nacer a Eusebio Millán, escolapio que introdujo el baloncesto en España en 1921, después de haber estado de misionero en Cuba.

 

Pueblos de los que poco queda ya, pero que merecen una sentida mención para animar a las nuevas generaciones a repoblarlos con la ayuda del Gobierno o para que, al menos, no acaben desapareciendo de nuestra memoria.


@casas_castro

David Casas

Deja un comentario

Your email address will not be published.

*

2 × 1 =