Atenas, límite 72 horas

Ponemos boca abajo la capital griega para encontrar su sentido más práctico de forma exprés.

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“¡Taxi!” Da igual hablar en inglés, en español o en griego, esa palabra es universal allá donde vayas, aunque en Atenas enseguida te das cuenta de que lo global no erosiona las costumbres más arraigadas. Una vez que el taxista, después de haberse detenido a tu altura a preguntar por tu destino, te acepta como pasajero, puedes encontrarte con la sorpresa de que el itinerario se vea salpicado por la compañía inesperada de lugareños o de otros turistas que te acompañan en el trayecto. En la capital griega los taxis son compartidos, como pequeños autobuses privados. De nada vale rechistar porque, ya se sabe, allá donde fueres, haz lo que vieres. Atenas bulle a un ritmo similar al que lo hacía Madrid en los 80, con estrés humeante, desordenado y caótico; y, a la vez, sucumbe a los encantos del fast-food como Londres o Nueva York, con la gente devorando pasteles, hamburguesas y perritos a pie de calle, de semáforo y de paseo, bajo los influjos de un café espumoso, refrescos empolvados o cervezas míticas.

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Ventajas: es una ciudad que se puede visitar en tres días, incluyendo el Partenón, el Templo de Zeus, el antiguo estadio olímpico (y el nuevo, claro), el monte Likavitos, el mercadillo del barrio de Plaka, la Biblioteca de Trajano, el cambio de guardia del Parlamento frente a la plaza de Syntagma, la visita nocturna al Pireo o la opulencia del barrio residencial de Kolonaki; desventajas: no hay tiempo para empaparse de las costumbres ortodoxas de una ciudad europea con tics de disciplina arcaica. Eso sí, que a nadie se le ocurra entrar en uno de los muchos templos religiosos que salpican la capital griega en zapatillas de deporte, correrá el riesgo de ser invitado a abandonarlo de no muy buenas maneras. La cerveza más popular que consumen los griegos es la Mythos (cara, de 3 a 6 euros, como en Londres), muy difícil de encontrar fuera de la fronteras helenas y muy apropiada para sofocar las altas temperaturas que desde abril devoran su asfalto. La afición al fútbol y al baloncesto no la esconden, como delatan los monitores de televisión repartidos por la calle y las tiendas del centro y los souvenirs turísticos que acumulan los colores del Olimpiakos, el Panathinaikos o el AEK de Atenas.

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Muy aconsejable es alejarse de vez en cuando de las zonas estrictamente turísticas para conocer la idiosincrasia capitalina en los barrios residenciales o en los más populares. Recorrer, por ello, la pija y nocturna calle Skoufa es sumergirse de lleno en la noche y en los bares de referencia de Atenas, lo más chic y granado de la capital griega se agolpa en unos locales amontonados que compiten por ver cuál es que acumula más caras guapas y por la decoración. A pesar de ser espacios sometidos al revuelo nocturno, al exceso y al humo, lucen un aire moderno, cuidado y ventilado del que deberían tomar buena nota muchos locales europeos que se jactan de ser referencia del saturday night.

En tres días, también es fácil entenderse en inglés chapurreado, aprender las tres o cuatro palabras en griego básicas para mantener unos estándares de educación y, cómo no, conocer los reductos de la antigua civilización griega con nociones suficientes como para filosofar con los tuyos de regreso a casa. Parakaló. Efjaristó. Salud.

Redacción Valencia

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