Ébola y ‘anisaquis’

Hacía mucho tiempo que los cuervos no se dejaban caer por el periódico de Peláez. En esta ocasión, pillaron desprevenido al jefe del redactor quien decidió beberse una botella de whisky para emborracharlos, no sabemos si por su confusión existencial como excusa para empinar el codo. El caso es que él se sigue considerando el rey, a pesar de haber vivido una semana complicada, primero porque creyó que había contraído el ébola y después por un severo “anisaquis”, palabra con la que el director describe la resaca de anís. En definitiva, una semana en la que la noticia ha sido el jefe de esta cabecera a la deriva que no sabemos ya si ni siquiera Peláez podrá enderezar su rumbo.

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Jueves, 2 de octubre

 

– Llega tarde, jefe.
– Para mí no existe eso de tarde, Peláez, mi hora siempre es la correcta.
– Los cuervos le esperan en el despacho.
– Cagonlaputa, he llegado demasiado pronto.
– Pensé que su hora siempre era la correcta.
– Grrr… ¿y qué hago?
– Dígales la verdad.
– Jejeje… muy gracioso.
– Algún día tendrá que reconocer que estamos en quiebra.
– Algún día, pero no hoy. Vaya al supermercado y compre whisky, el alcohol les confundirá.
– Aquí tiene, jefe.
– ¡Qué rápido!
– Siempre guardo una botella para los momentos de desesperación.
– Glup glup glup glup glup glup glup glup glup glup.
– Jefe, se ha terminado la botella.
– Exacto, tienen que tener un ciego de la leche.
– Se ha emborrachado usted, no ellos.
– Hostia, es verdad. ¿Y ahora qué hago hip?
– Dígales que no puede atenderles.
– No, haré algo mejor hip.
– ¿Será sincero?
– Ni loco hip
– ¿Entonces?
– Les cantaré unas rancheras hip
– No puedo hacer eso.
– Pero siiiiiiigo siiiiiiiiiiiendo el reeeeeeeeeey…

 

Viernes, 3 de octubre

 

– Buenos días, jefe.
– Nessun doorrrrrrmaaaa, nessun doorrrrrrrmaaa….
– ¿Turandot?
– Mejor una chuleta.
– Turandot, no turnedó.
– No sé de qué me habla.
– Es lo que cantaba.
– ¿Yo?
– Sí.
– Se equivoca, no era yo. Yo no canto jamás.
– Le acabo de oír.
– Usted está loco. Pobre diablo: periodista y loco. Lo lleva clarinete.
– Jefe, tiene que ir al médico.
– El médico viene a mí.
– ¿Consulta domiciliaria?
– No, en el bar.
– ¿El médico le pasa consulta en el bar?
– Es mi compañero de tute.
– Pues dígale lo que le pasa.
– No me pasa nada. ¡Allí me colé y en tu fiesta me plantééééééé!
– ¡Mecano!
– No diga tacos, Peláez.
– ¿Lo ve?
– No veo nada. Váyase a la rueda de prensa del concejal de farolas.
– De acuerdo, jefe, adiós.
– ¡Cuando un amigo se vaaaaaaa… algo se muere en el almaaaaaa!
– Grrrr….

 

Lunes, 6 de octubre

 

– ¿No es hermosa, Peláez?
– Preciosa, jefe.
– La amo.
– Lo comprendo.
– Siempre la amaré.
– Lo entiendo.
– Miré que curvas tiene la jodía.
– Bellísimas.
– Tóquela.
– No, jefe.
– Yo le dejo, hombre.
– Está bien…
– ¿Qué mierda es eso?
– El concierto de Aranjuez, jefe.
– Pero… ¿qué sonido extraño está sonando?
– El de su guitarra, jefe.
– ¿Guitarra?
– Claro.
– ¿No es una mujer?
– No, jefe, es un instrumento de cuerda.
– ¿Cómo un yoyó?
– Algo parecido.
– Qué fuerte. Siga, siga tocando… ¿dice que es de Aranjuez, donde los fresones?
– Exacto, jefe.
– Maravilloso.
– Lo es.

 

Martes, 7 de octubre

 

– ¡Peláez! ¡Tengo ébola!
– No, jefe.
– ¿Cómo que no? ¡Debo tener cuarenta grados de fiebre, qué calor!
– Aléjese del horno.
– ¿Y cómo veo la evolución del cochinillo?
– Tranquilo, me encargo yo.
– De acuerdo… es que tengo psicosis, leñe.
– Ya veo, ya.
– Es tremendo que el ébola vaya a afectar ahora a las personas.
– Ya afectaba antes, jefe.
– Que no, que era a los negros.
– Los negros son personas.
– Los de África, Peláez, no los de la NBA.
– También lo son.
– ¿Está seguro?
– Totalmente.
– ¿Y por qué antes no nos preocupaba el asunto si morían personas?
– Porque eran negros, porque eran pobres, porque estaban lejos.
– ¿Quiere decir que lo único que nos importa es nuestro puñetero ombligo?
– Exactamente.
– Me niego a pensar eso.
– Y yo, pero es la verdad.
– Es que se me revuelven las tripas.
– Y a mí, jefe, de pensarlo.
– ¿De pensar qué? Digo de ganas de cochinillo. Anda sáquelo.
– Aún no está.
– Mójeme un poco de pan en la salsa, al menos.
– No sé cómo puede comer después de esta conversación.
– ¿De qué hablábamos? ¿Un vinito, por cierto?
– Pfffffffffff…

 

Miércoles, 8 de octubre

 

– Ay… ayyyyy… ayyyyyyyy
– ¿jefe?
– Ay… ayyyyy… ayyyyyyyy
– ¿Qué le pasa?
– Ay…
– ¿Aún cree que tiene ébola?
– No, Peláez ayyy… no…
– ¿Entonces?
– Anisaquis.
– ¡Jefe! ¿Dónde ha comido pescado contaminado?
– En ningún sitio.
– ¿Pero no tiene anisakis?
– Claro, Peláez, una resaca de anís de agárrate y no te menees. Ayyyyyyyy
– ¿Anís?
– La botellita entera. Ayyyyyy
– ¿Por qué bebía?
– Había perdido al tute.
– No puede emborracharse cada vez que pierde, jefe.
– También me emborracho cuando gano, para celebrarlo. Ayyyyyyy
– Peor aún.
– Lo que usted diga. Ayyyyyyyyyyyyyy
– Bueno, jefe, voy a teclear.
– Hágalo con delicadeza, por favor.
– Como siempre, jefe.
– Ayyyyyyyy ¿qué es ese ruido insoportable? Ayyyyy
– La impresora, jefe.
– Dígale que está despedida.
– Es un objeto.
– Mierda de robotización…
– Ya…


Los cables de las conversaciones que mantiene Peláez con su jefe (#Pelaezleaks) en la redacción de un periódico de provincias los puedes encontrar a diario en la página oficial en Facebook de 360gradospress.

La foto es de @Marga_Ferrer

Javier Montes

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