Hola, te llamo para saber qué es de tu vida. Pues no me apetece contarte ahora nada de los diez años que han pasado desde que hablamos por última vez. Lo entiendo, pero lo necesito, estoy sometido a una prueba de fuego que requiere recuperar el contacto perdido con al menos cinco personas en 24 horas.
No quiero participar en juegos a los que no he sido invitado. Bueno, pero estás obligado en cuanto que has descolgado el teléfono para atender mi llamada. Igual que he descolgado puedo colgar, así de fácil. No te atreverás, sin duda saldrías perdiendo.
Colgó. No dejó de dar vueltas el resto del día a la extraña llamada de un persona que creía muerta, por lo menos lo estaba desde que aquel verano se separaron sin más compromiso que dos protocolarios nos vemos. Se preguntaba cómo habría conseguido su número, el tercero diferente desde que se conocieron hace una década. No tuvo miedo, pero sí dudas, muchas dudas.
Se quedó pensando mientras navegaba entre páginas spam, publicidad e informaciones falaces. Tras unos segundos de espera, la web de su diario favorito publicó un teletipo con un titular que le dejó sin aliento: El asesino del teléfono huye de la cárcel de Picassent. Cumplía una pena de 20 años de prisión desde 2005 por haber matado a 12 personas elegidas al azar entre la agenda de contactos de su móvil.
Cuando quiso reaccionar, sintió un escalofrío que le erizó las entradas y, sin solución de continuidad, recibió por la espalda una puñalada mortal. Comunica.
Óscar Delgado