En esta España de contrastes, cinco millones de personas se encuentran un escalón más bajo del umbral de la pobreza. En este país de rancio abolengo, cinco millones de seres humanos son indigentes. No tienen luz y tampoco agua. Muchas de esas personas que han mirado una luna gigante, comen de manera irregular, cuando pueden y de manera desigual.
Amancio Ortega, el hombre de la multinacional Zara, es según Forbes el hombre más rico del mundo. Es justo decir, que su empresa da trabajo a decenas de miles de personas en nuestro país y en el mundo. En España, los ricos se hicieron más ricos en los últimos tiempos de sequía pertinaz y tantas apreturas; muchos de estos potentados triplicaron sus riquezas.
Lo que sangra es el tremendo contraste social de este país del primer mundo, que sirve de puente con el tercer mundo. Cada día hay más pobres y, cada día, los ricos son más ricos.
Con tanto paro, con una población empobrecida y la clase media frisando apreturas, mes a mes, los responsables económicos de la Unión Europea exigen, ordenan, al Gobierno de esta peculiar España un inmediato y urgente programa de ajustes. Y habrá recortes.
¿Pagarán estas exigencias los más ricos? Un silencio que duele es la respuesta de los gobernantes. Porque la guillotina de los recortes sociales y ajustes de las empresas cercenará los bolsillos de la esquilmada clase media española, de los que menos pueden.
En esta España nuestra donde todo pasa y todo queda, cada semana se produce un suicidio de alguien que ha sido desahuciado por no poder pagar la hipoteca.
Más cosas de nuestra emperadora España: el pasado lunes murió una anciana de 81 años, a la que la compañía eléctrica le cortó la luz. Murió calcinada. Una vela provocó la tragedia.
Foto: Carmen Vela
José Manuel García-Otero