La redacción de un periódico es un lugar de trabajo, una minisociedad de roles, un hábitat de microclima dispar identificable por rasgos evocadores como el sonido de los teclados aporreados desde la concentración silenciosa del conglomerado de autores que dan vida a los textos, a las noticias, a los artículos, a las maquetas, a las páginas
La redacción de un periódico es una plaza, una lonja, una subasta de contenidos ordenados bajo la premisa de la jerarquía, de la voz de mando y del imperativo publicitario; que de buena mañana luce el aspecto impaciente de respaldos de sillas vacías y frías, dispuestas en la posición caprichosa dejada por sus ocupantes la noche anterior. Una rueda de prensa, una entrevista, una cobertura especial suelen reclamar la presencia matutina de los plumillas. Franja horaria de redacción desguarnecida, de tensión sostenida, de previsiones, de gestiones, de esparcimiento informativo.
La redacción de un periódico es una cuenta atrás, una espada de Damocles de nombre cierre de edición que sobrevuela las conversaciones, las anécdotas, las preocupaciones, las divagaciones, las conjeturas, los silencios, las carcajadas, los cotilleos y los imprevistos de la actividad programada de los redactores.
La redacción de un periódico huele a guión de película recién escrito, a tinta seca, a oxígeno de disco duro respirado, a letras que escriben el paso del tiempo y a periodismo tradicional*.
*Dícese de la vertiente de la profesión periodística que está en peligro de extinción porque sus actores principales o cúspides de las jerarquías redaccionales se empeñan a condenar al ostracismo por una absurda inoperancia a la hora de enfrentarse a los nuevos soportes y formatos para seguir ejerciéndola con la misma dignidad, como mínimo, durante un siglo más.
José Manuel García-Otero