Un periodista es alguien que ríe y llora, tiene corazón y muere. Muchos periodistas han muerto por contar lo que han visto y encontrarse en el lugar que causa más dolor.
Ese dolor cerró los ojos y no vio a nadie más. También se llevó la vida de muchos periodistas.
El periodista es así, juega con sus miedos y deja que su corazón se tienda al sol. Un periodista suele ser un loco muy cuerdo que busca el lado más humano de la sombra, aunque muchas veces esa sombra no conozca a nadie. Y mate.
El periodista no es un buscador de verdades, solo cuenta historias cargadas de razones que odian la mentira. En medio del atardecer se escapa el llanto, crujen las botas y llora un niño. En medio de una soledad intensa se encuentra una mano que escribe, un click que dibuja el instante o una cámara que resiste un vendaval de miedos.
El periodista tiene llenos los bolsillos de generosidad y dudas, de preguntas desnudas y respuestas quebradas. No deja nada para él, eso le hace ser tan diferente.
Un periodista teme al silencio, a esa oscuridad llena de vacío que nos separa de todo. La más terrible soledad nos cuenta una historia cierta, una cadena de hechos que tus ojos vieron y el viento dejó impunes.
Un periodista se traga su dolor y no hace negocio con el dolor de nadie. Solo extiende su mano y deja que las palabras te abracen, quizás ese momento te extienda la verdad más necesaria: que eres un hombre y también puedes equivocarte.
Foto: Carmen Vela
Javier Montes