Moliere solía hacer magia con palabras precisas en situaciones estrambóticas, palabras bien rellenas de esperpento. Apuesto que la atinada pluma del genial francés hubiera embarrancado con los personajes que hoy circulan por el acerado español: el avaro, el codicioso, incluso el más vil de los humanos, todos adornados por una cortina hedionda de defectos, se hubieran convertido hoy, tras bis a bis con los personajes que dominan el patio, en dóciles hombrecillos de folletín.
El periodismo de hoy, escribanos a sueldo del poder financiero (El País, El Mundo, La Razón, ABC
), traza la mentira con pintura de fuego y deja que las medias verdades circulen por los andenes públicos, libres de semáforos de la decencia y honestidad en rojo, para escarnio de la condición humana, cada vez menos humana, ya casi un mineral: pisas un cadáver y te sacudes el polvo sin mirar atrás. Político, visitaste una casa de llanto y desahucio, te hiciste la foto con tu mejor traje y no preguntaste por el nombre del que se apellida dolor y tiene el orgullo sangrando.
Eres, sois, basura, hombres de corbata y verbo fácil, una luz que araña el corazón, como una piedra que cada día sella sufrimiento bajo la marquesina ambigua de la hipocresía.
Sois basura, hombres de traje gris y miradas de hielo, escorpiones con APP y legión de secretarias, que mira al cielo y aplasta libertades. Apiláis enciclopedias de rumores mientras otros amamantan leguleyos de cuarto de baño que hacen apología de un sol naciente cuando muchos compatriotas duermen bajo una lluvia de estrellas y soportan escupitajos de hostilidad y frío.
El paro secciona las venas de este país y ellos hacen fuerza para que una muralla de silencio aplaste al ciudadano. Sube la luz en pleno vendaval mientras los corruptos buscan la demagogia del terror y firman una cadena perpetua de cara al viento.
Vivís ajenos al otro mundo y no dudáis en lanzar una palada de sal en las heridas que sangran. Os cubre una ceguera maliciosa, que no ve que la hepatitis mata y la educación ya no es espejo que perpetúa un pueblo, ahora huele a colonia de palacio. En medio del frío, la luz cotiza como el oro y la calle se cubre con una capa espesa de lamentos. No suena Camarón, solo un desgarro seco. Pero a ellos no les importa: esta gente tiene voces bien pagadas y un pelotón sumiso de periodismo a sueldo. Basura de periodismo.
Manolo Gil