Un cromo de panini huele a industria química, por lo menos a él le olía así. Ella no era igual, cuando cogía una de esas estampas viajaba al mundo de las ilusiones, las mismas que dibujaba en su cabeza de chorlito entre candy candy y osos amorosos.
Su habitación aún conserva el aroma a tarta de fresa, los cajones de la mesilla guardan celosamente las gomas de borrar de Snoopy, el armario empotrado de color blanco ennegrecido por el tiempo insinúa la presencia de un poster de Kirk Cameron y la pared setentera de papel flower power está mordisqueada.
Chinchetas, tornillos, celofán y pegamento se comieron la celulosa de moda, pero el reflejo del tiempo proyecta aún los gestos de Tom Cruise en Top Gun, las melenas de Europe y las lágrimas de un Pierrot mimoso.
La fotografía atraviesa entre cortinas viscosas el umbral del pasado, donde se detiene el tiempo y los recuerdos se dibujan como momentos revividos bajo la cantinela de esto me suena. Da la sensación de que la escena ya había ocurrido. Cuidado, se le ha caído una moneda de diez duros al suelo, quizá pierda la ocasión de comprar más sobres de olvido pegajoso.
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Óscar Delgado