L’enfant de Brest

Por Enmanuel Camacho, periodista

Conocí a Simone hace algunos años en su casa de Almería. La recuerdo siempre con una sonrisa, siempre con dulzura. Su marido, Antonio Muñoz Zamora, era el último andaluz con vida que sobrevivió al exterminio nazí, primero como esclavo en la base submarina de Brest, y más tarde en los campos de exterminio de Dachau y Mauthausen.

Simone Vably nació en San Quintín, Francia, en 1923. Durante la Segunda Guerra Mundial, tras la ocupación de Francia por las tropas alemanas, la ciudad sufrió el continuo bombardeo aéreo por parte del ejército inglés. Su casa fue una de las pocas que se libró de la masacre porque estaba junto a la catedral, que servía de referencia para los pilotos británicos.

Acabada la guerra, el 14 de julio de 1949, el día de la República, conoció en una cantina a Antonio, natural de Almería. El amor por aquel hombre increíblemente valiente y solidario jamás se apagó. Veinte años después de su partida, Antonio regresó a España. La primera persona que conoció Simone fue un policía y el primer lugar la comisaría de la aduana. Mientras Antonio pasó todo el día contestando preguntas, ella esperaba sentada en un bando con una maleta con doble fondo llena de propaganda clandestina. Por entonces, aquello acarreaba varios años de cárcel. Simone también vino a instaurar la democracia.

Cinco años después se instalaron definitivamente en Andalucía con sus tres hijos. Antonio le dijo: “Si me pasa algo, coge a los niños y vuelve a Francia”. Pero Simone -L’enfant de Brest o la niña de Brest como él la llamaba-, le acompañó hasta el último día de su vida.

En los años de la dictadura, Antonio Muñoz Zamora organizó el partido comunista en la provincia con la ayuda de un cura y un molinero. Simone sufrió los continuos registros a su casa, se enfrentó a la policía, escondió y destruyó propaganda clandestina en muchas ocasiones. Jamás pidió a Antonio que cesase en el empeño de luchar por la libertad de su pueblo, incluso cuando estaba en la cárcel. Se acostumbró a vivir vigilada, a las salidas a media noche, a sentirse en el ojo del huracán. Inculcó a sus hijos el orgullo, la fortaleza, el espíritu de lucha y la no resignación. Fueron años durísimos, con la pena inmensa de la muerte de Juan, el pequeño de la familia. Pero continuaron luchando. Cuando murió Franco no brindaron porque había compañeros en las cárceles.

Simone es un símbolo de la democracia. Su fortaleza la hace heredera de la llama de solidaridad que un día le dejó su marido. Su casa siempre estará abierta para tomar un café y hablar de aquellos años en los que un puñado de hombres y mujeres libres le ganaron un pulso a la violencia, a la sinrazón, al miedo y la dictadura. Personas a las que todos debemos un pedazo de libertad.

Óscar Delgado

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