Falta poco tiempo para entrar en la vorágine de las urnas, un espacio de vidrio donde todo se acepta y las promesas de barro valen oro.
En esta sociedad que apesta a naftalina y el viento se vende en frascos de cristal menorquín, Loewe, Armani, Dior, Ralph Laurent, Mercedes
forman una constelación de profetas que no conoce las callejas de barro y las paredes de latón, tampoco conoce la mirada del hombre que siempre tiene los semáforos en rojo.
Vivimos al ritmo de zumba mientras la justicia, en nombre de los ciegos, hace pasillos de seda a políticos corruptos y encarcela a mujeres que roban comida en supermercados.
Que no falte la sonrisa en medio del desastre. Tampoco falten los arcos de porcelana para recibir a los santos del parquet, esos que bombardean hospitales y luego envían disculpas en cajas de cartón con olor a dinero. Que no falten los bailes de salón, las promesas más osadas, los abrazos que más duelen porque anestesian los corazones.
El olvido es un patriarca que no toma café y dispara contra aquellos que recuerdan que eres un hombre. La palabra sigue esperando a que alguien tome la antorcha y cobre vida. La verdad dejó de ser verdad el día que alguien dijo que era cierto. Mañana correrán esta misma suerte aquellos que quisieron gritar contra los deshonestos.
Tenemos que luchar contra esa gente que no sabe que el silencio es un mar que nunca dice nada y nos ahoga. Tenemos que luchar para que el futuro nazca sin luces astilladas y llegar al día siguiente. Somos un océano de voces en medio del océano y solo queremos dar un paso más para seguir siendo persona.
Foto: Carmen Vela
Laura Bellver