La vida es un cigarrillo que se apaga a mitad del camino. La vida no comienza con el amanecer sino cuando abres los ojos. Mucha gente sigue con los ojos cerrados (los ojos del corazón) y se apagan sin conocer la vida. En el camino te encontrarás despojos de esa vida que nunca despertaron.
Hoy el mundo mira a otra parte donde no hay peces y el horizonte es del color de las hojas secas. Nadie puede salir al otro lado de la calle porque no hay esquinas y las nubes lloraron lágrimas de soledad. El mundo gira y gira y gira y nada encuentra, solo manos vacías que no conocen otras manos.
He pedido un vaso de libertad para beber toda la noche y desperté en medio de la nada lleno de sangre. Han arrebatado todas las lunas que un día conquistamos, cada universo que escribieron los poetas, un soneto que el viento secuestró para regar de palabras malditas el campo.
Robaron la estrella que guardaba en el bolsillo y ya no puedo regalarte un poco de luz y un plato caliente con abrazos dormidos. En el camino perdí mi guitarra y un par de sueños por nacer; todo quedó diluido en deseos de cristal que no brillan más allá de tu ventana.
El mundo se ha quedado en la cuneta y nunca llueve. No hay manos que se agiten a modo de saludo ni sonrisa cuando abres la puerta. Todo es uniforme bajo el sol en el desierto. Menos esa brisa fresca que se escapa y quieren silenciar pero no pueden. No pueden. No pueden.
Óscar Delgado