En México fue asesinado otro periodista. Se fue al otro mundo con doce balazos, doce. Murió por escribir verdades que a otros no gustan. La verdad es una bebida que perfora el estómago de los corruptos e ilumina a los inocentes. Pero la mentira dispara a dar y mata a los que la combaten.
En esta guerra de verdades y mentiras, el periodista se fue a vivir a la orilla de los justos y los defiende con un arma imposible de derrotar: la palabra. Escribir lo que uno ve, lo que uno siente, es un auto de fe que muchos contestan con disparos a las palomas que llevan luz a esta pradera infame que la codicia invadió.
El periodista es el faro que orienta a los perdidos, la sílaba que no baja los brazos, esa ventana que siempre está abierta, aunque arrojen piedras desde el silencio, porque los corazones libres son más fuertes cuando el mar mira de frente y el viento nunca calla.
El periodista muere por ti para que no te arranquen la brisa de libertad que llamea en tu corazón y dibujes la profundidad de un valle que solo tiene espinas. El periodista sigue ahí, donde disparan los francotiradores y esa esquina, pese a todo, no huele a muerte. Es olor a dignidad y a vida.
Foto: Infobae
José Manuel García-Otero