La coraza del Rey

Por Javier Montes, periodista

Llevan varios meses siendo noticia en los periódicos y, curiosamente, no siempre dejando una buena imagen y eso que los directores de todos los medios de comunicación de este país se apresuran en maquillar cualquier línea que se escribe acerca de ellos. Me refiero a la familia real española (en algunos medios lo escribirían con mayúscula porque así lo recogen sus libros de estilo).

La operación de cirugía estética de la Princesa de Asturias, el divorcio oficial de la Infanta Elena y la posterior y urgente retirada de la estatua de don Jaime de Marichalar del Museo de Cera de Madrid… Todo lo relacionado con la monarquía vende y da juego. “Como el Rey es campechano…”. Esta frase estoy cansado de escucharla. Como si a su Majestad lo conociera en persona todo el mundo y cuando sus palabras más célebres han sido un “por qué no te callas” (del mensaje de Navidad poco o nada se habla porque poco o nada suele decir). En Navidad, además, suele importar más qué vestido lucirán en Nochevieja Anne Igartiburu o Belén Esteban.

Siempre pensé que mis ojos no verían más Rey que don Juan Carlos I. En España, quiero decir. Que los Príncipes de Asturias jamás asumirían la Corona. A raíz de ejemplos como los antes citados suele abrirse un escabroso debate sobre la sucesión en donde unos defienden su pasión monárquica y otros su visión republicana del siglo XXI. Siempre pensé que si una operación de nariz destapaba opiniones sobre la sucesión o un simple retoque en photoshop qué no ocurriría cuando el Rey decidiera delegar en su hijo.

El caso es que uno que se encuentra inmerso entre libros de Derecho, la Constitución, el Estatuto de Autonomía, leyes, decretos… y aprende que lo que siempre pensó es imposible. Las normas de este país otorgan al Rey un poder único y además lo dejan blindado al estilo del señor Pizarro en Endesa (con la salvedad de que Pizarro se blindó así mismo y al Rey todos los españoles que votaron la Constitución). La Constitución recoge que para reformar cualquier artículo del Título 2 (La Corona) se requiere que lo acuerden dos tercios de las Cámaras, que se disuelvan, que las nuevas Cortes acuerden por dos tercios la supresión de la monarquía y que el pueblo (es decir, todos nosotros) refrendemos esa decisión en referéndum, el cual necesitaría mayoría absoluta. ¿Se imaginan a ZP o al presidente del Gobierno que sea disolver su ‘chiringuito’ por una cuestión de este calibre cuando ni por los escándalos que les atañen en persona se mueven del asiento? La revista Hola se frota las manos…

Antonio J. Merchán

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